Tras el fracaso del acuerdo anterior, el nuevo marco global establece objetivos y metas para detener y revertir la pérdida de biodiversidad para el año 2030

Tras el incumplimiento de los objetivos vinculados a la conservación de la biodiversidad que la comunidad internacional se había propuesto alcanzar para el 2020 ―las Metas de Aichi―, en 2022, al término de la 15ª Conferencia de las Partes en el Convenio (COP-15) de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica, considerado el evento más importante en el mundo para conservar la biodiversidad, se adoptó el Marco Global para la Diversidad Biológica de Kunming-Montreal. Este marco representa un acuerdo histórico destinado a detener y revertir la pérdida de biodiversidad.

¿Qué pasó con las Metas Aichi?

En los últimos años, la comunidad internacional ha reconocido que la pérdida de biodiversidad y el cambio climático son cuestiones que se refuerzan mutuamente. La degradación de los ecosistemas puede exacerbar los impactos climáticos, mientras que la biodiversidad puede mejorar los esfuerzos hacia la reducción del riesgo de desastres (RRD), el desarrollo sostenible y los objetivos de mitigación y adaptación al cambio climático.

Sin embargo, las Metas Aichi que formaron parte del Plan Estratégico para la Diversidad Biológica entre el 2011 y el 2020 para detener la pérdida de biodiversidad no fueron alcanzadas por la comunidad internacional. Ninguno de estos objetivos se alcanzó plenamente, ni tampoco hubo una alineación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), lo que demuestra que los gobiernos del mundo no han avanzado lo suficiente en la solución de la crisis mundial de la biodiversidad.

¿Qué es el Marco Global para la Diversidad Biológica de Kunming-Montreal?

En este contexto surge este nuevo marco global que establece objetivos y metas para detener y revertir la pérdida de biodiversidad para el año 2030, con el objetivo de garantizar que la humanidad pueda vivir en armonía con la naturaleza para el año 2050. Se trata de objetivos específicos para la conservación, la restauración, la movilización financiera y la integración de las consideraciones de biodiversidad en las actividades económicas a nivel global.

El primer objetivo del Marco Global para la Diversidad Biológica de Kunming-Montreal busca proteger el 30% de la tierra y el mar, garantizando que al menos el 30% de las áreas terrestres y marítimas del mundo se conserven a través de sistemas de áreas protegidas eficaces, gestionados equitativamente, ecológicamente representativos y bien conectados. El segundo objetivo busca restaurar el 30% de los hábitats degradados, centrándose en la restauración de las funciones y servicios de los ecosistemas. En tercer lugar se establece la reducción de los subsidios perjudiciales, en 500.000 millones de dólares al año. El cuarto objetivo busca reducir a la mitad el desperdicio de alimentos y el quinto armonizar los flujos financieros, es decir asegurar que la movilización de recursos apoyen la conservación y la utilización sostenible de la biodiversidad.

Estas metas, también conocidas como las metas “30×30”, buscan básicamente garantizar que para 2030, al menos un 30 % de las zonas terrestres, de aguas continentales y de zonas marinas y costeras, especialmente las zonas de particular importancia para la biodiversidad y las funciones y los servicios de los ecosistemas, se conserven y gestionen eficazmente. Esto se lograría mediante sistemas de áreas protegidas ecológicamente representativos, bien conectados y gobernados equitativamente y otras medidas de conservación reconociendo, cuando proceda, los territorios indígenas y tradicionales.

Un caso eficaz, es el Programa Gran Paisaje Binacional Madidi-Tambopata que Wildlife

Conservation Society (WCS) opera desde 1999. Se trata de un territorio compartido por Bolivia y Perú con algo más de 14 millones de hectáreas, que incluye once áreas protegidas nacionales, 2 OMEC -áreas gestionadas que brindan una conservación efectiva de la biodiversidad-, y territorios y comunidades indígenas de diez grupos diferentes, donde los pueblos nativos ayudan a cumplir las metas globales y asegurar el reconocimiento legal y la gestión de sus territorios ancestrales. Bolivia también contribuye con el Paisaje Ñembi Guasu que busca desde la gestión local realizar un uso sustentable del territorio mientras que contribuye con dichas metas globales.

En este marco, es fundamental que los paisajes terrestres, marinos y oceánicos estén integrados, y que se garantice que toda utilización de dichas zonas sea plenamente coherente con los objetivos de conservación y que reconozca y respete los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales. Esto con el objetivo de atacar las causas de dicha pérdida, que son las actividades económicas, particularmente en sectores productivos claves como los monocultivos, la ganadería, la forestación, las industrias extractivas y la infraestructura.

Si bien el compromiso y los acuerdos están dados, existen países que incrementan sus superficies de áreas de conservación simplemente con documentos legales o decretos, creando nuevas áreas protegidas sin el debido respaldo y liderazgo local. O bien expandiendo la superficie marina bajo algún estado de conservación. Sin embargo, en ninguno de los casos hay una debida implementación ni gobernanza local que asegure que esas áreas de conservación son efectivamente manejadas. Aumentar superficie o tierras en otros esquemas como los territorios indígenas implica comprometerse con la administración y gestión de dichas áreas.

¿Por qué ahora sí?

Para alcanzar este objetivo, se requiere de soluciones con un enfoque holístico que garanticen que las consideraciones relativas a la diversidad biológica se integren en la planificación económica y de desarrollo de los países. Y para ello, el marco promueve la cooperación regional e internacional, reconociendo que muchos ecosistemas ricos en biodiversidad son transfronterizos. Y es que para alcanzar los objetivos del Marco Global que afectan a los diversos ecosistemas de América Latina como sus bosques, pastizales, manglares y humedales, se requiere de la colaboración entre los países de la región.

Un ejemplo que requiere particular atención es la cooperación entre Colombia y Venezuela para conservar los pastizales de la Orinoquía, o las Pampas del Sur, paisaje compartido entre el Sur de Brasil, Uruguay, Argentina y Paraguay. Estos pastizales tienen poca conservación y su biodiversidad y servicios ecosistémicos se están viendo amenazados.

El nuevo Marco Mundial de la Biodiversidad para 2030, a diferencia de las Metas de Aichi, está diseñado para ser alcanzable, con resultados medibles y alineado con los marcos mundiales de sostenibilidad, como los ODS y el Acuerdo de París. Estos alineamientos son los que otorgan esperanza de poder revertir la pérdida de biodiversidad.

Por ello, este nuevo marco representa una oportunidad crítica para movilizar a un conjunto diverso de actores, incluidos los responsables de la formulación de políticas, las instituciones financieras y las empresas, para que tomen medidas para revertir la pérdida de la naturaleza a través de la conservación, el uso sostenible y la distribución equitativa de los beneficios de la biodiversidad.

Alberto Yanosky/Latinoamérica21

Biólogo, investigador científico categorizado, docente de Posgrado y consultor internacional. Conservacionista. Trabaja temas de biodiversidad, servicios ecosistémicos y ambientales, salvaguardas y estándares ambientales. Un texto producido en conjunto con el Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI). Las opiniones expresadas en esta publicación son las de los autores y no necesariamente las de sus organizaciones.