Los ibuprofenos no son caramelos. Es un medicamento antiinflamatorio que debe tomarse con cuidado y solo cuando sea estrictamente necesario. No es rara la situación en la que un familiar o amigo te dice que tiene un leve dolor de cabeza o que tiene agujetas y que necesita un ibuprofeno. Tomarlo puntualmente no es malo, lo grave es cuando esto se convierte en una habitualidad para quitarnos un dolor, pero derivando en otras consecuencias que no esperábamos (más aún cuando ahora necesitamos prescripción médica para comprarlo).
En los últimos 40 años, el recuento de espermatozoides en el esperma se ha reducido en un 50% en los países occidentales, y aunque las razones detrás son complejas, muchos estudios apuntan a que las hormonas masculinas están siendo alteradas de alguna manera. Un estudio realizado por la Universidad de Copenhague en 2018 ya apuntaba que el ibuprofeno tenía algo que ver.
Al parecer, según el líder de la investigación, David Møbjerg Kristensen, estos fármacos podrían llegar a tener un impacto muy negativo sobre los testículos, hasta el punto de alterar la producción de hormonas e inducir una condición médica conocida como hipogonadismo compensado. Para lograr dar con estos resultados, el equipo contó con la ayuda de 31 participantes de entre 18 y 35 años. A la mitad de ellos se les pidió que tomasen una dosis moderada de 600 miligramos (una pastilla), mientras que la otra mitad consumió un placebo.
Para que os hagáis una idea, lo máximo que es aconsejado tomar en un día son 3.200 miligramos, lo que suponen más de 5 pastillas diarias. Pero incluso una dosis tan baja como la que tomaron los ayudantes dio con resultados negativos tras dos semanas de uso. En ese tiempo, el cuerpo comenzó a incrementar la creación de hormonas luteinizantes, las cuales regulan la producción de testosterona. Esto ya es un indicativo de que el fármaco había deteriorado el funcionamiento correcto de los testículos. Aunque no es un efecto permanente, ayudó a los investigadores que un consumo continuado de ibuprofeno acabaría por disminuir de forma progresiva la creación de testosterona, y por lo tanto, dañar la fertilidad.
Fuente: PNAS
Alberto Pascual García