El abuso sexual en niñas y adolescentes es la peor forma de maltrato posible, sobre todo porque, en la mayoría de los casos, se comete en el seno familiar. Ocurre a diario en cualquier lugar del mundo y abarca todos los niveles sociales y circunstancias. Su principal secuela en la edad adulta es el riesgo de trastorno de estrés postraumático (TEPT), si bien las razones biológicas aún son desconocidas.
Investigadores de la Universidad de Missouri han desarrollado un modelo que podría ayudar a los psiquiatras a comprender mejor el impacto de este trauma. Dicho modelo parte de las diferencias hormonales entre ambos sexos y describe cómo el trauma o el abuso en la infancia pueden dañar el sistema de respuesta al estrés y, como consecuencia, disminuir la capacidad para combatirlo. Esto daría lugar a una mayor susceptibilidad al TEPT en el futuro. Sin embargo, en algunas mujeres, el sistema permanece relativamente intacto y desarrollan una forma peculiar de resiliencia en la que han indagado los investigadores.
Un dique hormonal
«Nuestro modelo indica que algunas mujeres son biológicamente más resistentes que otras al TEPT», dice Yang Li, investigadora en la Escuela de Enfermería Sinclair dicha universidad. El sistema de respuesta al estrés del cuerpo está regulado por dos hormonas: el cortisol, que inunda el cuerpo en respuesta a un evento estresante, y la oxitocina, que reduce los niveles de cortisol una vez que el factor estresante ha pasado. “El sistema se puede descomponer en respuesta al trauma, dejando sin control los niveles de cortisol y manteniendo el cuerpo en un estado de estrés y vulnerabilidad. Pero cuando esas hormonas continúan regulándose entre sí correctamente, incluso en presencia de un trauma, sirven como barreras contra el TEPT».
Li y sus colegas probaron su modelo analizando los resultados de un estudio preexistente de mujeres con exposición al trauma que también registraron niveles hormonales. El análisis proporcionó datos importantes que respaldaron y mejoraron el modelo, especialmente con respecto a las mujeres que presentan una forma disociativa de este trastorno, que le lleva a alterar el sentido de sí misma y del entorno. Estas personas experimentan una alteración más pronunciada en los niveles de cortisol y oxitocina, lo que indica que el sistema de respuesta al estrés del cuerpo funcionó con menos eficacia.
Los hallazgos del estudio, publicado en Archives of Psychiactric Nursing, apoyan la idea de que, cuando funcionan bien e interactúan adecuadamente, los dos sistemas hormonales son marcadores de resiliencia después de un abuso sexual en la niñez. La información podría ser valiosa para los psiquiatras que buscan identificar el origen de las luchas de un paciente con el trauma y podría también abrir nuevas vías de tratamiento.
Marian Benito