En el año 2005, el entonces nonagenario arquitecto brasileño Oscar Niemeyer (galardonado con el premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1989) quiso tener un detalle con la Fundación de los premios. Tras casi dos años de conversaciones, finalmente se decidió que la ciudad en la que se emplazaría su obra sería Avilés. El proyecto consiste en cinco piezas que forman un gran espacio abierto al público con el que este seguidor de Le Corbusier, padre de Brasilia, ha realizado su magna obra en Europa. Ahora, tras su reciente inauguración, su director Natalio Grueso nos recibió para explicarnos los proyectos futuros de este espacio en el que la ciencia también desempeñará un papel importante.
¿Cuáles han sido las mayores dificultades técnicas afrontadas en la construcción del Centro Niemeyer?
El terreno en el que se asienta, porque ha sido ganado al mar, y para encontrar roca sobre la que ubicar los cimientos hubo que pilotar a más de 20 m de profundidad. Es curioso, pero los edificios son más altos hacia abajo que hacia arriba. Por eso, hubo que utilizar tecnologías de construcción muy innovadoras. Por ejemplo, para la cúpula se empleó una técnica llamada Domo, que consiste en inflar una membrana de PVC y después proyectar el hormigón y encofrar desde dentro. Esto permitió construir la cúpula en apenas unas horas, y es la primera vez que esta técnica se emplea en nuestro país en una obra civil.
Es sabido que a Niemeyer no le gusta volar, así que entre su mano derecha en Brasil, Jair Varela, y el arquitecto nacional, Roberto Alonso, se ha coordinado la operación. ¿Ha sido complicado?
Tuvimos varias reuniones de coordinación para intentar evitar dificultades. La principal venía del hecho de que en España existe un código técnico de edificación muy diferente del brasileño en materia de climatización, seguridad y otros aspectos. Una vez salvadas estas diferencias, la relación fue estupenda.
¿Habéis hecho estudios para saber cuántas personas visitarán el Centro este primer año?
Las previsiones son buenas. Por ejemplo, el reparto de las 10.000 localidades para el concierto de Woody Allen se cerró en apenas dos horas y media. Eso nos da una pista sobre la magnitud de lo que puede pasar aquí en los próximos meses. Todas las entradas que hemos puesto a la venta hasta el momento se han agotado, incluidas las de un Shakespeare en inglés, cosa que fue realmente sorprendente
¿Es común que las actividades llamen la atención con tanta antelación?
No, y yo creo que ha sido muy positivo. De este modo también íbamos mostrando al público cual iba a ser el tipo de actos que programaríamos cuando los equipamientos estuvieran concluidos. Pretendíamos, además, ubicar internacionalmente el centro en el mapa de los equipamientos culturales.
Creo que Stephen Hawking está implicado también en el proyecto. ¿No es así?
Sí, es uno de los miembros del consejo asesor. Lo que sucede es que su salud no es todo lo buena que quisiéramos, y por eso no hemos podido contar con él todavía en persona.
El centro será un impulso para la ciudad de Avilés.
Por supuesto. Va a ser una inyección de autoestima. Espero que genere algo parecido al efecto que en su momento tuvo el Guggenheim en la ciudad de Bilbao. De momento, tenemos más de cinco mil seguidores en Facebook, y la expectación crece.
En el programa se echan de menos actos relacionados con la ciencia y la divulgación. ¿Han pensado en hacer algo de este estilo en el futuro?
Sí, haremos algo de ciencia. El programa que hemos presentado es un esqueleto básico sobre el que edificar la agenda de actos. Nosotros contamos con dos científicos dentro de nuestro consejo asesor: Hawking y el padre de internet Vinton Cerf. Vamos a hacer también divulgación.
¿Cómo se logra, con un presupuesto tan pequeño, un programa de la calidad anunciada?
Disminuyendo los gastos fijos. Por darte una referencia, el Lincoln Center de Nueva York tiene 5.000 empleados, pero nuestro equipo es de solo tres. Dedicamos solo un 20% al gasto corriente, y el otro 80% a actividad cultural.
Redacción QUO