Ari Nagel tiene 43 años y vive en Estados Unidos. Divorciado, con 3 hijos, es profesor de matemáticas de la Universidad de Nueva York. Hasta ahí todo normal. Pero 10 años atrás, ayudó a una amiga a quedarse embarazada y comenzó su “aventura” como donante de esperma.
“Ayudé a dos mujeres de modo casi simultáneo, ambas en Manhattan, una lesbiana afroamericana y una judía ortodoxa que no encontraba pareja – explicaba Nagel en una entrevista –. Ahora, los hijos han cumplido diez años, viven a dos calles el uno del otro, y son de madres tan diferentes…».
Desde entonces Nagel ha sido padre de 35 niños y niñas y hay 11 más en camino. Lo más sorprendente es que no solo paga la manutención de 9 de ellos, sino que dependiendo de las madres, busca estar presente en la vida de ellos.
De acuerdo con un reciente estudio, la alta tasa de éxito de Nagel podría tener una explicación: los gorilas de montaña machos que pasan más tiempo cuidando a los niños tienen más éxito reproductivo. Los resultados, publicados en Nature, desafían las suposiciones sobre el cuidado paterno en gorilas y otros primates.
“Nuestros hallazgos sugieren una ruta alternativa por la cual la evolución podría haber conducido a un comportamiento paterno en los humanos – explica Stacy Rosenbaum, líder del estudio – . Los gorilas de montaña y los humanos son los únicos grandes simios en los que los machos desarrollan con frecuencia fuertes lazos sociales con los niños, por lo que analizar qué hacen los gorilas de montaña y por qué, nos ayuda a comprender cómo los machos humanos pueden haber iniciado el camino hacia una paternidad más compleja. Los machos pasan mucho tiempo con grupos de crías, y aquellos que se preparan y descansan más con ellos terminan teniendo más oportunidades reproductivas. Una interpretación probable es que las hembras están eligiendo aparearse con los machos basándose en estas interacciones. Tradicionalmente creíamos que los machos que colaboraban más en el cuidado de las crías era propio de una estructura social específica, la monogamia, porque ayuda a asegurar que los machos cuiden a sus propios hijos. Nuestros datos sugieren que existe una vía alternativa por la cual la evolución puede generar este comportamiento, incluso cuando los machos pueden no saber quiénes son sus descendientes”.
Esto plantea la posibilidad de que comportamientos similares podrían haber sido importantes en el establecimiento inicial de conductas paternas en nuestros ancestros.