Durante un ataque cardíaco, se interrumpe el suministro de sangre a las regiones afectadas del músculo cardíaco. Como consecuencia, una parte del músculo del corazón muere. Debido a que el corazón actúa como una bomba que mantiene la circulación sanguínea a través de nuestros vasos, el ataque cardíaco es un evento muy peligroso. La mayoría de los tejidos de los animales y los seres humanos contienen células madre que acuden al rescate en caso de daño en el tejido produciendo rápidamente grandes cantidades de «células hijas» para reemplazar las células perdidas.
Durante dos décadas, los expertos han buscado células madre cardíacas, células que deberían residir en el músculo cardíaco y cuya función era reparar el músculo cardíaco después de un infarto de miocardio. Múltiples grupos de investigación han afirmado haber identificado de forma definitiva estas células madre cardíacas, pero ninguna de estas afirmaciones se ha mantenido y la existencia de células madre cardíacas en adultos sigue siendo un gran debate.
Para resolverlo, un grupo de expertos, liderados por Hans Clevers, se centró en la definición más amplia y directa de la función de las células madre en el corazón (en este caso de un roedor): la capacidad de una célula para reemplazar el tejido perdido por la división celular. Con esto en mente, el equipo de Clevers generó un mapa individual de todas las células cardíacas antes y después de un infarto de miocardio.
El estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, establece que hay muchos tipos de células que se dividen cuando el corazón sufre un daño, pero que ninguna de ellas es capaz de generar músculo cardíaco nuevo. De hecho, gracias a este estudio, se pueden explicar muchas de las «pistas falsas» de estudios anteriores: las células que antes se llamaban células madre cardiacas, son las que en verdad producen vasos sanguíneos o células inmunitarias, pero nunca músculo del corazón.
Los autores hacen una segunda observación importante. Las células del tejido conectivo (también conocidas como fibroblastos) que se entremezclan con las células del músculo cardíaco, responden vigorosamente a un infarto de miocardio mediante múltiples divisiones celulares. Al hacerlo, producen tejido cicatricial que reemplaza al músculo cardíaco perdido. Si bien este tejido no contiene músculo y, por lo tanto no contribuye a la función de bombeo del corazón, la cicatriz fibrótica «mantiene unida» el área afectada. Por lo tanto, mientras que la formación de cicatrices generalmente se considera un resultado negativo del infarto de miocardio, el equipo de Clevers señala la importancia de la formación de este tejido para mantener la integridad del corazón.
Juan Scaliter