La «enfermedad de los ciervos zombis”, es conocida formalmente como enfermedad de desgaste crónico (CWD, por sus siglas en inglés). Se trata de una encefalopatía espongiforme transmisible (EET) que afecta a venados, ciervos y alces. La infección destruye el cerebro de estos animales, que muestran comportamientos como dificultad para caminar y comer, hasta que finalmente mueren.
Se trata de una infección provocada por priones, proteínas patógenas que no son bacterias ni virus, pero una vez que infectan a un animal, hacen que sus células se plieguen de forma anormal y se agrupen. Esencialmente, los priones “convierten el cerebro en queso suizo”, explica el biólogo evolutivo Peter Larsen, en una entrevista.
La CWD se propaga entre animales a través del contacto directo o indirecto con la saliva, la sangre, la orina u otros fluidos corporales de un animal infectado. Hasta enero, 24 estados de EEUU, dos provincias canadienses y regiones de Noruega, Finlandia y Corea del Sur habían identificado casos de CWD según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades. En algunos lugares, hasta el 25% de los animales están infectados
Si bien hasta la fecha, ningún humano ha contraído CWD, incluso si comieron carne de un animal infectado, un estudio publicado en Emerging Infectious Diseases, demostró que los priones de un animal infectado podrían infectar células humanas en una placa de Petri, por lo que a los expertos les preocupa que pueda dar el salto a los humanos.
“Es probable que los casos humanos de enfermedades crónicas relacionadas con el consumo de carne contaminada comiencen a identificarse en los próximos años – argumentó en una presentación, Michael Osterholm, director del Centro de Control y Prevención de Enfermedades(CDC ) –. Es posible que la cantidad de casos humanos sea sustancial y no sean eventos aislados».
Otra enfermedad causada por priones, la encefalopatía espongiforme bovina, más conocida como enfermedad de las vacas locas, dio el salto a los humanos después de un brote en la década de 1990, y la gente todavía está muriendo a causa de ello. “No queremos que en 2030 pensemos que pudimos haber hecho algo pero no lo hicimos”, concluye Osterholm.
Juan Scaliter