La cifra no puede ser más redonda: 16,6666 años en el quiosco. Tiempo suficiente para crecer, para recibir a nuevos miembros en la familia, para haber perdido algún buen amigo por el camino, para ser padres y madres, para separarnos, para ganar premios, para dejarlos escapar… para cambiar. Hace unos días, cuando la increíble Leonor Watling terminó la sesión de fotos de nuestra portada, nos llenó de orgullo conocer que la revista forma parte de su hogar.
Como nos llena de orgullo saber que en cierta medida formamos parte del hogar del millón de personas que nos encontráis al otro lado del papel cuatricromado, del monitor del ordenador, de la tableta o del móvil. Juntos nos hemos dejado sorprender por el fulgurante cambio de nuestro entorno. Cuando vinimos al mundo, la blogosfera no existía, nadie podía congelar el cordón umbilical de su hijo, las parejas de gays y lesbianas no podían casarse, no había más que un puñadito de exoplanetas, twitter quería decir “gorgorito” y facebook “caralibro”.
Pero en todo este tiempo apenas ha cambiado lo que somos y lo que nos gusta pensar que sois vosotros. Creemos que vivimos en la mejor era de la historia, pero nos estremece que no lo puedan disfrutar todos los seres humanos por igual. Admiramos a unos seres de bata blanca que dan su vida por descubrir el modo de hacer más fácil la nuestra y a los que llamamos científicos. Nos pica la curiosidad. Nos gusta la gente que hace preguntas inteligentes, más que los que tienen la respuesta para todo. Seríamos capaces de cambiar nuestro último iPad por una camiseta firmada por Carl Sagan (y por pocas cosas más, que conste).
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Sabemos que es probable que la emoción cabalgue a lomos de una cascada de moléculas, pero no deja por ello de ser emoción: así que nos dejamos mecer “irracionalmente” por el brillo de un haiku, por el aire que vibra alrededor de una cuerda de guitarra y por las proteínas de una cerveza, siempre que sea entre amigos. Hemos pedido ya turno para entrevistar al primer neandertal clonado, mandar un corresponsal a Marte y darle la portada al abuelo que cumpla 150 años. Porque sabemos que todo eso ocurrirá. Nos encantaría comer pastillas nutritivas, pero solo como aperitivo de una buena paella. Así somos.
Con nuestros 16,6666 años, tenemos la osadía de reclutar a un puñado de mentes inquietas y pedirles que den su apoyo a la ciencia. Y allí se presentan Leonor Watling, Boris Izaguirre, María León, Dani Pedrosa, Yon González, Marta Fernández, Sergi Arola, Paco González… y no solo nos demuestran saber de ciencia una barbaridad, sino que convencen a los mejores científicos españoles para que charlen con ellos a través de nuestras páginas. Y nos piden que sigamos otros 16,666 años sembrando dudas. Y nosotros no podemos negarnos. Porque hemos descubierto gracias a todos los que pasaron por aquí, a las estrellas que nos han dado su apoyo en este número, al equipazo que hace posible que esta maquinaria esté bien engrasada, a los anunciantes más prestigiosos y, sobre todo, a vosotros, que 16,6666 años es la mejor edad para disfrutar de la vida.
Redacción QUO