La convicción de que la Luna fue una vez algo distinto a un frío fragmento de roca ha permanecido siempre en los dominios de lo excéntrico. Por lo que respecta a los científicos, las últimas erupciones volcánicas en la superficie de nuestra fiel compañera ocurrieron hace entre uno y tres mil millones de años, cuando se formaron las llanuras basálticas de los mares lunares. Desde entonces, los únicos cambios producidos en la superficie son resultados del constante bombardeo de meteoritos.
No obstante, en 2006, el geólogo Peter Schultz y sus colegas de la Brown University publicaron un reciente análisis de las fotos de las misiones Apolo, así como las datos de las observaciones vía satélite de la superficie lunar. Se reveló la existencia de una colina lunar que parecía más reciente de lo que debiera, probablemente de unos 10 millones de años de antigüedad.
La hipótesis afirma que pudo haber erupciones ocasionales de gas en las fisuras de la superficie, que lanzarían polvo hasta 9 metros de altura sobre la formación, llamada Ina. Ello demostraría la existencia de procesos internos desconocidos. Las erupciones, que pudieron ocurrir a lo largo de esos 10 millones de años, podrían ser los restos de un núcleo de magma en proceso de enfriamiento, o quizá bolsas de gas atrapado en la corteza lunar, pero Schultz no se arriesga a defender la posibilidad de actividad volcánica.
«No se trata de explosiones de lava, y como tenemos noticia de ellas (el gas se evapora), no conocemos su temperatura», afirma. «Pero sospecho que se trata de gas frío que pudo estar caliente en las profundidades».
Misión volcán
El equipo de Schultz aún no ha determinado con exactitud qué tipo de gases se filtran por las fisuras, aunque el satélite Lunar Prospector de la NASA detectó radón, polonio y dióxido de carbono cerca de la superficie.
Aún así, no cree que las erupciones impidan el desarrollo de futuras misiones o bases lunares. «De hecho», dice Schultz, «sería un buen lugar para explorar».
Redacción QUO