Dos voluntarios estornudaron hasta cincuenta veces cada uno, para que los científicos del MIT pudieran grabarles con una cámara de vídeo de alta velocidad. El propósito de los investigadores era observar el patrón que sigue los fluídos expulsados por el cuerpo en el actor de estornudar, para expandirse por el aire.
Con cada estornudo se vierten al aire saliva y mocos, que contribuyen a expandir los patógenos que causan el resfriado. Gracias a esta grabación, los investigadores vieron que en el instante de salir del cuerpo, los fluídos corporales se funden en un todo que, poco a poco, pasa a disolverse para dar lugar a pequeñas pequeñas bolsas de líquido, que acaban estallando en gotitas que se esparcen por el aire a una velocidad media de aproximadamente siete kilómetros por hora.
Redacción QUO
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