Sencillamente, porque, pese a su nombre, no es auténtico papel, ya que se trata en realidad de una lámina de aluminio extremadamente fina (generalmente entre 12 y 20 micras de espesor).
No arde, pero sí puede licuarse si se alcanza la temperatura adecuada; aunque teniendo en cuenta que el punto de fusión del aluminio es de 660ºC, es casi imposible que eso pueda suceder en un horno doméstico, que no está capacitado para alcanzar esa temperatura.
Otro fenómeno curioso relacionado con el aluminio es que cuando sacamos del horno algo que está envuelto con papel de plata, no nos quemamos al tocarlo. Esto se debe a la capacidad calorífica de este material, que, como sucede con casi todos los metales, es muy baja, por lo que se enfría muy rápidamente.
Enviada por Javier Pini, correo electrónico
Redacción QUO