Las ráfagas de ondas de radio rápida (FRB por sus siglas en inglés) son enormes explosiones que duran apenas un parpadeo durante el cual se libera más energía que la producida por el Sol en un día. Se cree que su origen está en estrellas que colapsan en supernovas o en estrellas de neutrones que caen en un agujero negro. Pero aún no se sabe con certeza.
Los primeros se descubrieron menos de una década atrás y desde entonces se habían señalado apenas 16 y siempre mucho después (meses y hasta años) revisando datos de telescopios. Unas semanas atrás, por primera vez, se pudo observar mientras ocurría. El hallazgo, publicado en la revista Nature, constituyó un hito histórico ya que permitió medir la densidad del espacio que atravesaban los FRB y así deducir la presencia de materia en el cosmos.
El modelo cosmológico actual afirma que el universo esta formado por un 70% de energía oscura, un 25% de materia oscura y un 5% de materia «normal», la que forma todo lo que vemos. Y, sin embargo, a través de observaciones de las estrellas, las galaxias y hasta el hidrógeno (el elemento más abundante del universo), los astrónomos sólo han sido capaces de señalar aproximadamente la mitad de la materia, el resto no podía ser visto directamente y se la conocía como materia perdida.
El conocimiento aportado por este trabajo fue sustancial, debido a que se trata de eventos muy extraños y que rara vez se repiten. O eso se suponía
Ahora un nuevo estudio, publicado también en Nature ha señalado no un FRB, ni dos, sino diez de ellos. El pasado 5 de noviembre, Paul Scholz de la Universidad McGill se encontraba analizando datos obtenidos con el radiotelescopio de Arecibo en Puerto Rico, el más grande del mundo, cuando detectó una rápida sucesión de FRBs.
El hallazgo sugiere que estas ráfagas deben haber sido producidas por un objeto muy extraño, como una estrella de neutrones giratoria con una energía desconocida hasta la fecha. Posiblemente, se trata de una sub-clase de FRBs identificada por primera vez.
La importancia de este nuevo descubrimiento reside no solo en la posibilidad de detectar la llamada “materia perdida en el Universo”, sino también en intentar identificar la fuente que genera esta energía, una con unas propiedades hasta ahora desconocidas.
Juan Scaliter