Evitar la explosión de una burbuja ha sido uno de los retos fallidos a los que todos nos hemos enfrentado desde niños y no tan niños. Sin embargo, según han demostrado unos investigadores franceses, este logro no está tan lejos como imaginábamos. La medicina o la industria nuclear podrían ser dos de las grandes beneficiadas del control de las microburbujas.
El equipo, integrado por el Centro Interdisciplinar de Nanociencias de Marsella (CINam-CNRS) y la Universidad de Aix-Marsella, ha empleado para ello la electrólisis. Este proceso, también empleado para la separación del sodio de la sal, requiere de una corriente eléctrica para descomponer una sustancia o un cuerpo en disolución.
El diámetro, la posición y el tiempo de formación de las burbujas son factores que estos investigadores ya han tratado de manejar con anterioridad. En un trabajo previo mostraron cómo se pueden controlar las burbujas de hidrógeno y oxígeno a través de la descomposición del agua por medio de electricidad. A través de un electrón y una corriente eléctrica alterna con unos determinados valores de amplitud y frecuencia, pueden producirse microburbujas en un único punto en el vértice del nanoelectrón.
En el nuevo estudio, publicado esta semana en la revista Applied Physics Letters, el equipo ha dado un paso más allá. Se trata no ya de elegir dónde y de qué tamaño se crean las burbujas, sino de inmobilizarlas. Aumentando la frecuencia de la corriente eléctrica, este fenómeno es posible. No importa en qué dirección se muevan los electrones, las burbujas se mantienen en la misma posición.
Microburbujas nanoscópicas que podrían salvarnos la vida
“Es habitual pensar que la electrólisis está controlada por la potencia eléctrica, nosotros mostramos que la cantidad fundamental es, en realidad, el campo eléctrico”, explica Juan Olives, integrante de la investigación. El uso de una corriente alternativa con la suficiente frecuencia puede ocasionar la electrólisis a un nivel muy diminuto (nanoscópico) y localizado.
Muchas aplicaciones de la medicina podrían verse favorecidas por este proceso. Las microburbujas podrían servir para detener coágulos o para potenciar terapias de emboloterapia, consistentes en la obstrucción de arterias con el objetivo de evitar la pérdida de sangre, entre otros fines.
Las microburbujas podrían, también, controlar los riesgos de los refrigerantes de sodio líquido en la industria nuclear. Su alta reactividad química puede causar incendios difíciles de sofocar. Solo el contacto del agua con el sodio podría desencadenar una explosión, como sucedió en la Central Nuclear de Monju en 1995.
Redacción QUO