Un grupo de científicos del Centro RIKEN, en Saitama, Japón, intentaban separar ciertas partículas en función del tamaño, centrifugándolas en agua, cuando una de las mezclas se volvió de un intenso color púrpura. Al intentar descubrir la razón, descubrieron que la mezcla mostraba características únicas. Una de ellas era que exhibía dos cualidades aparentemente contradictorias en un líquido, como la fluidez y el orden y aún así esta combinación de 99,5% agua y 0,5%nanoláminas de titanato y amonio, presentaba una estructura muy ordenada, como los cristales. Y, al contrario de lo que sucede con la sal o el azúcar, actúa como la arena en el agua y no se disuelve.
El orden que presentan las nanoláminas, junto a su fuerte carga negativa que hace que se repelan entre sí es una de las claves de los diferentes colores que se pueden conseguir. La presencia de un campo magnético las alínea de forma perpendicular, reflejando de modo diferente la luz. Calentar o enfriar el “agua arco iris”, modifica la distancia entre las nanoláminas y se consiguen otros tonos. Incluso pequeños cambios en el pH provocan el cambio de color rojo ( pH 7.9) a verde (pH 7.7) y azul (pH 7.3). Los científicos llaman a la mezcla «agua fotónica», ya que puede reflejar cualquier color del espectro visible, así como partes de las regiones ultravioleta y rayos infrarrojos. Esta gama de colores es la más amplia que se conozca de cualquier material, ya sea sólido o líquido.
«Nuestra agua fotónica – explica Yasuhiro Ishida, uno de los autores del estudio publicado en Nature Communications – realiza dos funciones aparentemente contradictorias: la fluidez y el orden. Esto es bastante diferente a la noción general que tenemos de que los materiales fotónicos deben estar compuestas por materiales duros y a menudo difíciles de fabricar. Potencialmente este hallazgo podría tener aplicaciones en las telecomunicaciones”.
Juan Scaliter