Galán ha desenterrado más de doscientas momias, además de innumerables piezas del ajuar de Djehuty y anuncia que está planteando una gran exposición en Madrid con parte de ellas para diciembre de 2018.
P. ¿Cómo nació el proyecto Djehuty?
R. Empezó en 2001. Cuando conseguí la plaza de titular del CSIC pensé que debía buscar un proyecto que satisficiera mis necesidades científicas y que por otro lado ayudara a impulsar la egiptología en España. Y aunque soy de formación historiadora, algo más filólogo, pensé que la arqueología era más lucida y tenía más posibilidades para formar un equipo. Y así nació el Djehuty. Cuando en 2001 topé con su tumba y la de su vecino Hery vi que era un tesoro fantástico para investigar, con connotaciones tipo Indiana Jones, pozos, galerías…Tenía ese toque peliculero que permitía al proyecto asegurarse una repercusión social y mediática vital para buscar financiación privada.
P. ¿No financia el Estado este tipo de acciones?
R. Desde el primer momento me lancé a buscar patrocinador privado porque lo que el Estado daba para excavaciones en el extranjero eran migajas. Y la investigación no se puede hacer a medias. O estás o no estás. Si no conseguía todo el dinero que necesitaba, era mejor no empezar. El aporte institucional no me permitía ir a por todas. Aprovechando ese carácter de Indiana Jones del proyecto, me lancé a la búsqueda de un patrocinio privado. Al principio, me apoyó Telefónica Móviles durante cinco años. Los siguientes cinco nos financió la Fundación Caja Madrid y los siguientes cinco, que ahora se acaban, lo ha hecho Union Fenosa Gas.
P. ¿Cuál es el siguiente paso?
R. Nos quedan por descubrir cosas más importantes de las ya descubiertas. Por otra parte, estamos planteando una exposición en Madrid para diciembre de 2018, trayéndonos de nuestra excavación en Egipto más de 200 piezas, que irán acompañadas de una vídeo sobre su descubrimiento. La idea es acompañar las vitrinas con una proyección de cómo se encontraba el tintero, el jarrón, el ataúd. Últimamente hemos hecho filmaciones con Javier Trueba para Televisión Española. Nuestra intención es mostrar cómo se hace una excavación en Egipto y transmitir la pasión por la arqueología.
P. ¿Quién era Djehuty?
R. Fue un alto funcionario supervisor del tesoro de una de las pocas mujeres que reinó en el antiguo Egipto, Hatshepsut. Ella se mantuvo en el trono durante 22 años, en torno al año 1470 a.C. Al lado de la tumba de Djehuty, que está decorada con inscripciones y escenas desde la fachada a la cámara sepulcral, está su vecino Hery, que vivió 50 años antes y que también tiene su tumba decorada. Junto a todo ello, excavado en la montaña, tenemos construcciones en adobe y pozos de enterramiento de una época anterior, del 1600 a.C, donde hemos encontrado la tumba de los príncipes Intefmose y Ahmose, el ataúd intacto de un personaje llamado Neb… Es decir, hay una serie de tumbas en principio menores, pero de mayor antigüedad, como la del arquero Iker, que vivió hace 4.000 años y que lo hallamos con sus arcos, flechas y bastones de mando.
P. ¿Por qué supo que estaba todo eso allí enterrado? ¿Qué indicios tenía?
R. La tumba de Djehuty ya se conocía por los egiptólogos, pero tenía dos agujeros por los cuales se colaba el escombro. Nadie se había atrevido a investigarla. Yo, viniendo del campo de la filología, me llamó la atención. En la fachada ya había dos grandes inscripciones fantásticas que nos hablaban de este personaje que participó indirectamente en la supervisión del imperio egipcio. Desde el punto de vista de las letras era un tesoro. Al menos, lo que se podía ver. Y nos metimos. Al hacerlo, no pude vislumbrar que también había tumbas igual o más importantes. En ese momento, ni pensaba que podríamos excavar lo que excavamos ni que el yacimiento iba a ser lo que es. Hay desde enterramientos intactos del año 2000 antes de Cristo hasta tumbas reutilizadas en el siglo 2 a.C para momias de ibis y halcones… Y centenares de rapaces, gavilanes, milanos, águilas, búhos, también de ratoncitos, serpientes…
P. ¿Por qué se momificaban los animales?
R. En el siglo II a.C el culto animal se desarrolla. Aunque se conoce en época predinástica, en la persa y grecorromana tiene un boom. Se producen entonces cientos y cientos de momias que luego los fieles, en lugar de ofrecer una estatuita al templo, elegían un ibis o cualquier otro animal como una forma de expresar su fidelidad al dios Tot o a otro. La costumbre de hacerlo llega a ser tal, que los templos crean granjas donde se producen centenares de estos animales en cautividad para luego ser momificados y vendidos a los peregrinos. Como no tienen donde almacenarnos, una vez que han sido ofrecidos se depositan en las tumbas, incluso se les prende fuego para poder seguir almacenándolos. Tenemos dentro del equipo a una zooarqueóloga de Washington que ha identificado ya más de dos docenas de especies de rapaces y miles y miles de momias.
P. ¿Cuántas momias ha desenterrado usted?
R. Unas 200, pero allí hay miles. Las cámara de Hery, por ejemplo, se reutilizaba para depositar hasta el techo momias de animales. Cuando estaba llena la habitación, le prendían fuego, el lino se quemaba, los huesos se calcinaban –pero se conservan– se reducía el volumen y se volvían a meter más momias. Y así tenemos una capa llena de paquetes de lino con las momias, y otra de huesos quemados. Las que están envueltas en lino las radiografiamos y sin necesidad de desenvolverlas podemos ver el animal que está envuelto.
Los valores sociales del antiguo Egipto siguen hoy vigentes en nuestra sociedad
P. ¿Hay enterramientos similares?
R. Lo bonito de nuestro yacimiento es que es anómalo en muchos sentidos. Djehuty en un supervisor del tesoro bajo una reina. Todos los reyes en Egipto son masculinos. Hay muy pocas mujeres que ejerzan de faraón. Hatshepsut es una de ellas. También el vecino Hery se asocia a la reina Ahhotep. Es otro individuo de la alta sociedad tebana que vive en torno al año 1520 a.C y de nuevo es otro personaje que se vincula a una mujer y no a un hombre. En las necrópolis o cementerios del antiguo Egipto, hay un gran porcentaje de difuntos masculinos, varones. La proporción de mujeres y niños es muy pequeña, no se sabe por qué. En nuestro yacimiento, sin embargo, es diferente.
P. ¿Cuántas momias quedan por desenterrar?
R. Es infinito el trabajo. Hace unos años encontramos una gran tumba de la dinastía XI, es decir, del año 2000 antes de Cristo, que fue utilizada como fosa común 500 años después, en el 1600 a.C. Está llena de restos humanos. Solo haciendo una prospección superficial pudimos contabilizar un centenar. Hemos cerrado ese enterramiento porque no somos ahora capaces de gestionarlo.
P. ¿Puede el terrorismo y el fanatismo islamista poner en peligro estos restos?
R. Lo que ocurra en el futuro no lo sabe nadie. En el pasado cuando hubo una revolución contra Mubarak en 2011 estábamos excavando, celebrando el décimo aniversario del proyecto Djehuty. Tuvimos que acortar a la mitad la campaña, pero al año siguiente todo volvió a la normalidad. Y la arqueología, al menos en Luxor, ha seguido funcionando perfectamente.
P. El islamismo ha destruido templos de incalculable valor. ¿Puede pasar algo así con Djehuty?
R. Luxor, dentro de Egipto, es una zona bastante tranquila. Estamos más seguros que en ningún otro sitio. Y, por otra parte, la tumba de Djehuty está excavada en la montaña. Tenemos una cancela de metal, o sea, una entrada protegida y el servicio de antigüedades dispone de un almacén muy cerca de nosotros muy vigilado y seguro. Nuestro entorno y la tumba de Djehuty es de lo más seguro que hay por ahí.
P. ¿Puede visitarse la tumba de Djehuty?
R. Estamos trabajando en ello. Estamos iluminándola, poniendo unos techos de metal muy seguros, con la idea y la esperanza de que se abran al público. Somos muy optimistas.
P. ¿Por qué escribían en las paredes si tenían papiros, lino? ¿Tenían alma de grafiteros?
R. Ellos siempre están pensando en trascender la muerte física del individuo. Por eso se momifican y hacen esas tumbas, porque piensan que hay vida después. Dentro de esa filosofía, tienen también la necesidad de lanzar mensajes a futuras generaciones para que conozcan quiénes eran ellos, cuáles fueron sus méritos, qué les hace merecedores de tener una espacio en la necrópolis y una vida eterna. Su tumba se convierte en un mensaje hacia el futuro. Por eso son tan obsesivos con la piedra. Es lo que les permite trascender porque es un material mejor preparado para perdurar. Solo cuando la calidad de la piedra fallaba, cubrían con mortero las paredes, las estucaban y las pintaban. Djehuty no solo quiere sorprender a los contemporáneos, sino a los futuros habitantes de la antigua Tebas y que le admiren su capacidad intelectual, las obras que hicieron para la reina Hatshepsut, etc.
P. ¿Debiera la sociedad actual tomar nota de alguno de esos mensajes que dejaron para el futuro?
R. Uno de los que más me llamó la atención de joven son inscripciones que están grabadas junto a las pirámides de Giza, hace 4.500 años. En aquella época, los nobles veían como valores morales lo que nosotros hoy entendemos como las bienaventuranzas. Ellos dicen “yo di de comer al hambriento, di de beber al sediento, vestí al desnudo, fui un padre para el huérfano, un marido para la viuda”. Esos valores sociales hoy en día siguen vigentes. Cuando Djehty se dirige a las futuras generaciones, él espera ser capaz de vivir más allá de su muerte física y comunicarse e interactuar con los que pasaran por allí. De alguna manera, esa idea de vivir a través de tu recuerdo también es hoy parte de nuestra concepción del ser humano. Cuando querías hacerle un daño a tu enemigo, destruías su cara de las estatuas y relieves y borrabas el nombre de sus monumentos, como ha ocurrido con Djehuty. En el caso de la reina Hatshepsut, bajo quien gobierna, su nombre también ha sido borrado sistemáticamente.
P. ¿Qué tiene que aprender esta sociedad el antiguo Egipto?
R. Es una civilización que rezuma humanidad. Gira en torno al hombre, está muy en contacto con la naturaleza y ese amor a la vida y al entorno es una lección que nos transmite desde hace 5.000 años. Yo me siento más identificado con el antiguo Egipto que con un hombre prehistórico de la meseta castellana. Me gusta más Djehuty como intelectual, que se cuestiona cómo sobrevivir a la muerte final y su relación con los dioses, la naturaleza, la tradición escrita, que con un hombre que necesitaba abrirle la cabeza al vecino para robarle el alimento. Me interesa más el aspecto intelectual del ser humano que su capacidad de supervivencia y reproducción.
Marta García Fernández