En una reciente investigación, presentada en la Conferencia Anual de Neurociencias celebrada esta semana en San Diego, científicos de la Universidad Northwestern, analizaron el cerebro de 8 personas de entre 95 y 100 años que, hasta su muerte, demostraron excelente memoria y habilidades cognitivas. Y en tres de ellos encontraron signos de Alzheimer. ¿Cómo es posible que tuvieran la enfermedad pero no los síntomas?
El equipo de expertos, dirigidos por Changiz Geula, estudió el cerebro de estas personas buscando signos de Alzheimer o alguna otra enfermedad neurológica. Particularmente se centró en cuatro regiones, vinculadas a la memoria, las emociones y el lenguaje y si bien encontró que cinco de ellos eran normales, en los restantes halló “una alta densidad y una amplia distribución de placas amiloides y ovillos neurofibrilares”, ambos considerados signos de Alzheimer. Pero las regiones de la memoria y el lenguaje estaban relativamente intactas.
Así, los resultados de Geula sugieren que las placas amiloides y los mencionados ovillos pueden estar presentes en el cerebro, pero de algún modo algunos individuos logran conservar sus facultades mentales intactas.
En una entrevista, Geula asegura que “esto es sorprendente, algo que no nos esperábamos. Nos demuestra que hay algunos factores que protegen al cerebro de las patologías propias del Alzheimer. Ahora debemos descubrir cuáles son. Para ello analizaremos las influencias del ambiente, las dietéticas y las genéticas”.
Por ahora se trata de un estudio muy pequeño, apenas tres personas, como para sacar conclusiones. Una posibilidad es que, los sujetos hayan muerto antes que se desarrollaran los síntomas. Pero también existe la hipótesis de que exista una suerte de respuesta contra las placas y los ovillos neurofibrilares. “Lo que hacemos en nuestra vida de algún modo nos protege contra estas moléculas tóxicas – explica el director de iniciativas científicas de la Asociación del Alzheimer, Dean Hartley,experto que no formó parte del estudio –, permitiéndonos perder neuronas y aún así seguir funcionando”.
Juan Scaliter