Cada año nuestro planeta experimenta millones de terremotos. La mayoría de ellos pasan casi desapercibidos para la población, pero casi 20 resultan ser de magnitud 7 u 8 y al menos uno es mayor. El Centro de información Geológico de Estados Unidos, señala que el número de movimientos sísmicos se ha mantenido estable en los últimos cien años, excepto en un sitio: Oklahoma. Solo en 2015, los habitantes de este estado han experimentado unos 907 terremotos de entre 2 y 3 en la escala Richter, lo que constituye un incremente de un 4.000% desde el año 2007.
De acuerdo con geólogos expertos en terremotos, liderados por Pengyun Wang, de la Universidad Carnegie Mellon, la causa de ello sería la inyección de aguas residuales y otros fluidos en las capas subterráneas.
La inyección de fluidos es el proceso por el cual las aguas residuales se vierten a través de aberturas artificiales en pozos o depósitos subterráneos. A menudo, se utiliza como un método de eliminación de aguas usadas en procesos industriales que recurren a productos químicos, lo que hace que no sea apta para reintroducir en el medio ambiente.
Wang ha investigado durante los dos últimos años el aumento de los terremotos en la región para explicar sus causas. “Debido a que la actividad sísmica ha aumentado de modo tan significativo – explica Wang en un comunicado –, el estado ha creado una impresionante red de monitoreo de infraestructura, ha instalado un gran número de sensores en la región y cuenta con una base de datos bien organizada y abierta al público».
El uso y análisis de estos datos es lo que ha permitido deducir el agente detrás de los movimiento. “La propagación del fluido inyectado – afirma Wang – puede llegar a las líneas de falla cercanas, algunas de ellas críticamente estresadas, causando que estas se deslicen, lo que provoca los terremotos. Además, si hay un depósito subterráneo cerca de una línea de falla, al llenarlo de agua, aumenta su peso y la tensión de la propia falla”.
Gracias a los datos obtenidos, el equipo de Wang ha desarrollado un modelo que permitirá regular de modo más efectivo y con menos riesgo la inyección de aguas residuales. Las autoridades sabrán cuándo y dónde se pueden almacenar estos fluidos y así evitar riesgos para la población. El estudio ha sido publicado en el Bulletin of the Seismological Society of America.
Juan Scaliter