Es posible que de solo imaginar qué se sentirá al vivir a varios grados bajo cero, se te ponga la piel de gallina. No es que seas débil, es que te faltan los genes necesarios para aguantar a duras condiciones climatológicas de este tipo.
Según un estudio reciente publicado en la revista Molecular Biology and Evolution, los esquimales, junto a los nativos americanos y algunos siberianos, poseen una variante genética única asociada a la tolerancia al frío. La heredaron del hombre de Denisova, definido en 2010 como una nueva especie de seres humanos, que habitaron desde la zona de Siberia hasta el sudeste asiático. Dicho gen, facilita la producción de calor gracias a la oxidación de un tipo de grasa, cuestión que les permite vivir sin problema en entornos muy gélidos.
Muy a pesar de lo que a muchos les gusta pensar, el ADN de los denisovanos ha demostrado que los humanos modernos no somos ni mucho menos una especie pura, sino que somos el fruto de cruces con varios homínidos. Los humanos no africanos somos un popurrí que contiene entre un dos y un cuatro por ciento de herencia neandertal. Por su parte, los australianos y melanesios tienen entre un 1,9% y un 3,4% de genoma denisovano.
Según explica Fernando Racimo, investigador del Centro de Genoma de Nueva York y autor principal del estudio, «la gran parte de los genes de estos homínidos extintos son neutrales o perjudiciales. Nosotros nos hemos centrado en buscar los pocos que hay beneficiosos». Mientras comparaban los genomas de 200 esquimales de Groenlandia con el de mil humanos actuales, se encontraron con este extraño gen en los inuit, una variante del TBX15 muy parecida a la de los denisovanos.
Según Racimo, «la secuencia de ADN de los esquimales en esta zona concuerda con el genoma denisovano y se diferencia muy bien de la de otros humanos modernos, aunque no es posible descartar aún la posibilidad de que provenga de otros homínidos arcaicos cuyo genoma es aún desconocido para nosotros. Este gen ayudó a los esquimales a adaptarse al frío ártico como otro gen denisovano, EPAS1, ayudó a los tibetanos a sobrevivir en condiciones de hipoxia a gran altitud».
Fuente: seeker.com
Redacción QUO
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