Uno de las frutas que menos suele viajar en tu bolsa o mochila para la hora del almuerzo es una mandarina o una naranja. La primera porque es prácticamente imposible quitar ese olor característico. La segunda, porque resulta difícil comértela con tanta facilidad como un plátano y te deja las manos pringadas.

Para averiguar por qué ocurre esto, un grupo de científicos ha grabado a cámara lenta qué pasa cuando ejercemos la presión necesaria sobre la fruta para pelarla. Para ello, utilizaron varios tipos de naranja y algún limón despistado, con el fin de calcular la presión que se acumula en las glándulas sebáceas de su piel. Dicha tensión provoca que cuando cogemos nuestro cuchillo y nos disponemos a pelar una, las glándulas se rompan hacia fuera manchando inevitablemente nuestras manos.

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Según han explicado los científicos, la flexión de la piel comprime el material blando que rodea dichas glándulas, por lo que acumula una presión que dispara el chorrito del aceite que contienen estas a nada menos que 10,5 metros por segundo.

Y te preguntarás, ¿de qué nos sirve saber esto? Para los ingenieros no es baladí, ya que ya andan maquinando las posibles aplicaciones que el descubrimiento puede tener para desarrollar un nuevo método de dispersión de fluidos (como inhaladores para asmáticos).

Fuente: sciencemag.org

Redacción QUO