¿Te gustaría salvar la vida a un niño destinado a no pasar de los cinco años? Por algo tan fortuito como una picadura. La del mosquito Anopheles, el vector de la malaria para los humanos. ¿Lo harías, si pudieras? ¿Y si en lugar de un niño fueran 6 millones de personas, también adultos? Eso es lo que ha conseguido en los últimos 15 años el madrileño Pedro Alonso, con un sistema tan sencillo como eficiente: proteger las camas con mosquiteras impregnadas de insecticida de larga duración. En 1991 demostró que, de momento, era la mejor medida disponible para reducir una de las principales lacras de los países en desarrollo, sobre todo en África.
Pero no se detuvo ahí. Además ha encabezado la investigación de la primera vacuna contra la malaria en obtener una opinión positiva de la Agencia Europea del Medicamento: laRTS,S (comercializada como Mosquirix). Comenzará a aplicarse en proyectos piloto en el África subsahariana desde 2018.
Por eso, hoy ha sido galardonado, junto al australiano Peter Myler, con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Cooperación al Desarrollo en su novena edición. Su “tocayo” también combate las enfermedades infecciosas de las regiones menos desarrolladas de África y América. Y también empezó con la malaria, aunque su carrera viraría pronto hacia dos tipos de infección parasitaria: la leishmaniasis y la enfermedad de Chagas.
Como director e investigador principal en el Centro de Genómica Estructural para Enfermedades Infecciosas en Seattle (Estados Unidos), las aborda desde una perspectiva distinta a Alonso. Si el español se centra en la investigación clínica, Myer combina las más modernas técnicas de la genética y la biología molecular para generar conocimiento básico. Con ellas ha conseguido descifrar el ADN de los dos parásitos responsables de las enfermedades mencionadas. Al desvelar los mecanismos moleculares que utilizan, permite a investigadores de todo el mundo desarrollar estrategias que les impidan infectarnos, o medicamentos para paliar su daño. Algunas de ellas han llegado ya a los ensayos clínicos, aunque Myler ha advertido de que “el problema es que los parásitos están continuamente volviéndose resistentes, por lo que siempre tendremos que estar desarrollando nuevos fármacos”.
Precisamente el uso de diferentes perspectivas científicas parece haber pesado en la decisión del jurado. “Creemos que contra estas enfermedades no existe una bala mágica”, ha explicado su presidente, Joachim von Braun, catedrático y director del Departamento de Cambio Económico y Tecnológico en el Centro para la Investigación del Desarrollo (ZEF) de la Universidad de Bonn (Alemania). “Por eso hemos querido reconocer los logros que se obtienen desde frentes distintos, como son la perspectiva clínica y la investigación más básica”.
En su primera reacción al premio, tanto Myler como Pedro Alonso, catedrático de Salud Internacional en la Universidad de Barcelona y actual director del Programa Mundial de la Malaria de la Organización Mundial de la Salud, han manifestado la necesidad de apoyar la investigación contra las enfermedades conocidas como “olvidadas”.
Pilar Gil Villar