La polémica sobre la existencia de un posible “idioma universal” sacude el mundo científico desde hace tiempo. No se trataría de una lengua escrita y oral al uso de la que deriven los demás, sino de una especie de “código oculto o abstracto” cuyas claves, significados y estructuras serían inteligibles para todos los humanos.
El año pasado, una investigación realizada por la Universidad de Cornell aportó una evidencia a los partidarios de esta hipótesis, al descubrir la existencia de sonidos que eran iguales en seis mil lenguas diferentes. Y, ahora, un equipo de investigadores del MIT han realizado un estudio que la refuerza un poco más.
Los especialistas Richard Futrell, Kyle Mahowald, y Edward Gibson parten de un concepto bastante complejo (y cuya validez no es unánimemente aceptada) bautizado como Minimización de la Dependencia de la Longitud. Quienes lo defienden postulan que el pensamiento humano tiende a favorecer las estructuras sencillas, en las que determinadas palabras se agrupan entre sí manteniendo siempre la mínima distancia posible entre ellas.
Pues bien, el estudio del MIT revela que en 37 idiomas este precepto se cumple, y hay palabras que mantienen siempre una distancia regular, la menor posible.
Con todo, los investigadores reconocen que la muestra de idiomas utilizados es pequeña, y hay que tener en cuenta que algunos de ellos tienen la misma procedencia. Por eso, es necesario investigar con lenguas más diversas y lejanas para comprobar si esa regla también se cumple. Aunque ya se sabe que hay algunas como el japonés, en los que parece que no.
Sea como sea, si finalmente se demuestra la existencia de este patrón, sería un nuevo indicio en apoyo de la creencia en la existencia de esa especie de código universal.
Vicente Fernández López
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