Juan Carlos quiere congelar a su padre. No es perversión, es su manera de interpretar el futuro, de intentar aprovechar los avances científicos y tecnológicos de los que se está hablando en el I Congreso Internacional de Longevidad y Criopreservación, que se celebra en Madrid hasta mañana y que ha sido organizado por la Fundación VidaPlus.
Lo que más le motiva es el tremendo avance de la inteligencia artificial: “Vamos a tener máquinas que serán mil veces más inteligentes que nosotros y que van a poder resolver problemas que nuestro cerebro no es capaz”, asegura a Quo, medio oficial del congreso. Sus ideas son provocativas, poco convencionales, en la línea de las que se están exponiendo en el salón de actos de la sede central del CSIC.
Juan Carlos prefiere mantener el anonimato porque tomarse en serio la idea, que dice que le ronda la cabeza desde que falleció su madre, hace dos años, tiene consecuencias: “Es un tema que personalmente me está suponiendo muchos problemas con mi núcleo cercano, que me está tratando como si estuviera loco”, admite. “Pero es que creo que no hay ninguna imposibilidad física ni química ni biología para descartar la idea”,argumenta. “Solo hay problemas técnicos que no están resueltos”.
Juan Carlos es el transhumanismo en persona. Se queja de que es perfectamente normal creer en Dios y que ideas como las suyas le lleven a preferir no revelar su apellido. “Y si hay algo en lo que puedes creer actualmente es en el avance la tecnología”, dice. Y, según lo que ha escuchado en el congreso, puede que dar más tiempo de vida, incluso rejuvenecer a su padre, que tiene 78 años, dos ictus y un infarto a sus espaldas, y que pesa 104 kilos, podría llegar a ser factible en un futuro relativamente cercano. Lo deduce del hecho de la idea de que el progreso tecnológico se incrementa exponencialmente.
Pero, por mucho que ese paso crucial fuese tecnológicamente viable, debería saltar una última barrera: la ley. “Hoy en día no podemos hacer eso en vida porque no es una técnica científicamente aprobada en España, y una vez muerto, tú pierdes tus derechos: uno no puede ir a enterrarse en un jardín, por ejemplo, tiene que hacerlo en un cementerio”, explica el abogado especialista en tecnología y cibederecho Carlos Rodríguez.
Hasta ahora, la única manera en la que alguien esté tratando de ver cómo podría criopreservarse consiste en donar su cuerpo a la ciencia. De esta manera, podría considerarse un experimento científico del que forma parte. La regulación solo permite el proceso de la criopreservación, o lo deja en un limbo legal, en unos pocos países, como Estados Unidos, Reino Unido y Rusia.
Francia prohibió expresamente almacenar cuerpos después de que un médico conservara a su mujer en la nevera, según el director de la compañía de criónica Alcor, Max More.
“Pero la realidad está cambiando mucho y quizá tenemos que empezar a regular los estados de premuerte o desarrollar una ley alrededor de la muerte y de la vida. Llámalo como quieras, perolas cosas ya no son tan fáciles como antes, y están evolucionando muy deprisa”, ha añadido Rodríguez. De hecho, la definición de muerte, la clave para el éxito de la criopreservación, puede ser tremendamente compleja.
En resumen, hay tres tipos de muerte: la clínica, la biológica y la legal. Cuando un paciente entra en parada cardiorrespiratoria, se dice que está en muerte cínica. En su estado, los órganos siguen funcionando y es posible reanimarlo y devolverlo al mundo de los vivos. Pero si hay un daño cerebral permanente, el organismo no sería viable aunque se lograra reanimarle. Entonces se dice que está en muerte biológica, en la última frontera, la que no admite retorno.
Entre medias está la muerte legal. Se trata de una convención que cambia con el tiempo; por ejemplo, antiguamente se esperaban 24 horas antes de enterrar los cadáveres para evitar que los enfermos sepultar en vida a los enfermos de catalepsia. Si la muerte legal se estableciera en un momento después de la muerte clínica en el que el organismo todavía estuviera en un estado recuperable, podría ser posible dejar el cuerpo en estado latente para recuperarlo una vez que la tecnología lo permita. Al menos es lo que se ha propuesto en este congreso.
“Cada vez hay más estados raros de extensión de la vida, de modificación genética, incluso, dentro de poco, de implantes dentro de nosotros, y esto va a hacer que el concepto natural de la vida y la muerte cambie”, ha reflexionado Rodríguez. Y ha concluido: “Hasta ahora la muerte era cuando aparentemente dejabas de vivir pero es que va a haber gente que va a estar en estados de latencia, que realmente no sabemos si está viva o muerta”. Como dice el copresidente del congreso Javier Cabo, el futuro no es de los muertos vivientes, como nos pintan las películas, sino de los vivos latentes.
Andrés Masa Negreira