Los animales que viajan entre múltiples destinos y luego regresan a su madriguera o nido, como las abejas, las aves o algunos primates y hasta los seres humanos, se enfrentan a una situación conocida por los matemáticos como el Problema del Viajante.Se trata del desafío de encontrar la ruta más corta para visitar diferentes ciudades. Se sabe, por estudios previos que los animales logran resolver este dilema, pero hasta ahora se ignoraba cómo lo hacían.
Un reciente estudio, publicado en la revista Nature, señala que las abejas acumulan experiencia en sus vuelos buscando alimento y constantemente van modificando tanto el orden en que visitan las flores como las trayectorias de vuelo que toman entre ellas para generar la mejor ruta posible. El estudio fue realizado por expertos de la Universidad Queen Mary de Londres.
“Los animales – explica Joseph Woodgate, líder del estudio, en un comunicado – no pueden simplemente inspeccionar un mapa para descubrir dónde están las mejores fuentes de alimentos o planear cómo viajar de uno a otro. La única posibilidad de comprender cómo llevaban a cabo esto era hacer un seguimiento, mediante radares, los viajes de las abejas”.
Las abejas comienzan sin saber nada sobre el terreno o dónde pueden encontrar comida, por lo que deben explorar el paisaje, descubrir los lugares uno por uno y luego enfrentarse el desafío de integrar sus recuerdos espaciales en una ruta eficiente.
El equipo de Woodgate estudió a las abejas mientras se alimentaban de una variedad de flores artificiales. Para ello se utilizó la técnica conocida como radar armónico. Básicamente se trata de un transmisor que emite una señal que es recibida por una antena de tamaño reducido pegada al tórax dela abeja. A medida que esta se desplaza, cambia la longitud de onda y es posible seguir su trayectoria. Con este material en la mano, los expertos desarrollaron mapas de calor que mostraban cómo algunos segmentos de la ruta se volvían habituales mientras que otras exploraciones se olvidaban a medida que se descubrieron las rutas de vuelo más eficaces.
Los resultados también mostraron que la distancia de vuelo y la duración de los mismos se reducía a medida que las abejas ganaban experiencia. Pero también había un elemento aleatorio: las abejas pruebas rutas y aunque a veces se equivocan y hacen trayectos más largos, se trata de una necesaria estrategia de ensayo y error.
“Comprender cómo los animales de cerebro pequeño, como las abejas, encuentran reglas empíricas eficientes para lograr comportamientos complejos y flexibles tiene un gran potencial para el desarrollo de la inteligencia artificial y los robots avanzados – concluye el coautor James Makinson –. También es importante entender cómo las abejas y otros polinizadores buscan su alimento y la importancia del paisaje, ya sea salvaje o agrícola, para llevar a cabo planes eficientes de conservación”.
Juan Scaliter