Si alguien te dice que los mosquitos te pican más a menudo porque eres muy “dulce”, puede que tenga algo de razón. Al menos según un reciente estudio publicado en Current Biology y liderado por Clément Vinauger y Chloé Lahondère.
De acuerdo con sus resultados, los mosquitos pueden aprender y recordar rápidamente nuestros olores. Y la dopamina es clave en este proceso. El equipo de Vinaguer y Lahondère señala que los mosquitos usan esta información y la incorporan con otros estímulos para desarrollar preferencias por personas (u otros “alimentos”) en particular.
Sin embargo, el estudio también demostró que incluso si se considera que un individuo tiene un olor delicioso, la preferencia de un mosquito puede cambiar si el olor de esa persona se asocia con una sensación desagradable, como intentar espantarlos o, si tienen suerte, darles un golpe pero que sobrevivan.
Para demostrar esto, los expertos sometieron a los mosquitos Aedes aegypti (vectores de fiebre Zika, fiebre del dengue, chikungunya y virus de la fiebre amarilla) a una serie de diferentes aromas (incluidos olores corporales) que les resultaban tentadores, pero los vincularon a sensaciones desagradables, como estímulos eléctricos y vibraciones desagradables. Es lo que se conoce como entrenamiento o aprendizaje aversivo, el que utiliza estímulos nada agradables.
Veinticuatro horas después, los mismos ejemplares (todas hembras) ingresaron en un laberinto en donde tenían que volar en contra del viento. Allí tenían dos olores para elegir: el olor humano que antes les tentaba y otro que ejercía de aroma de control. Los mosquitos evitaban el olor del cuerpo humano, ya que lo relacionaban con la experiencia negativa, sugiriendo que habían sido entrenados con éxito.
Al colocar mosquitos en un simulador de vuelo para insectos y exponerlos a diversos olores, incluidos los del cuerpo humano, los científicos observaron cómo estos, entrenados o no, reaccionaban. Lo que vieron fue que la actividad neural en la región del cerebro donde se procesa la información olfativa era controlada por la dopamina, lo que les permitía distinguir mejor los aromas y aprender de ellos.
«Desafortunadamente, no hay forma de saber exactamente qué atrae a un mosquito a un ser humano en particular – explica Lahondère en un comunicado – Cada ser humano contiene cócteles moleculares únicos que incluyen combinaciones de más de 400 sustancias químicas. Sin embargo, ahora sabemos que los mosquitos pueden aprender los olores emitidos por su huésped y evitar aquellos que vinculan con experiencias desagradables”.
“Comprender estos mecanismos de aprendizaje de mosquitos y preferencias puede proporcionar nuevas herramientas para el control de mosquitos – agrega Vinauger – . Por ejemplo, podríamos atacar la capacidad de los mosquitos para aprender y, usar eso en nuestro beneficios”.
Juan Scaliter
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