Criar unos polluelos recién nacidos no es una tarea sencilla. Entre las idas y venidas de los padres en busca de alimento, la nidada queda desprotegida y expuesta a los depredadores. ¿Cómo saben los progenitores qué ocurre en su ausencia? Sencillo… aunque un poco desagradable, siempre que seas una carraca europea (Coracias garrulus). Cuando el miedo cunde en el nido, sus retoños vomitan instintivamente una sustancia anaranjada que sus padres identifican con la sensación de peligro cuando regresan al hogar. Todo gracias al olor que desprende.

El mecanismo parece sencillo, y puede que lo sea, pero no se había estudiado hasta ahora. Su publicación en la revista especializada Biology Letters pasa por ser la primera prueba de que una especie de pájaro utiliza una sustancia química como vehículo para la comunicación entre padres e hijos. Esta conclusión enriquece el conocimiento científico sobre las aves, que ya incluía claves sobre su capacidad para producir sustancias químicas defensivas.

“Hasta hace relativamente poco tiempo se pensaba que las aves usaban el olfato de manera anecdótica, pero actualmente hay muchas evidencias de su uso en contextos importantes”, explica la autora principal del estudio, la investigadora de la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC Deseada Parejo. Aunque puede que su comportamiento no repela solamente al común de los seres humanos. “La sustancia podría también tener una función defensiva -por su desagradable olor y quizá sabor-, alejando así a los predadores. Esto aumentaría la supervivencia de los adultos y, por tanto, de las crías”, indica el estudio.

Para desvelar la estrategia defensiva de las carracas europeas fueron necesarias 15 cajas-nido con sus respectivos inquilinos, una serie de pollos con menos de 10 días de vida. Aprovechando la ausencia de los cabezas de familia, nueve de las moradas se marcaron con el vómito oloroso mientras las seis restantes se señalaron con esencia de limón. A su vuelta, los padres que regresaban a los nidos marcados con el vómito demostraron cierta prudencia que los investigadores no detectaron en los otros. Incluso a cierta distancia. “Efectivamente, los padres respondieron al olor del vómito siendo más cautos a la hora de acercarse a los nidos”, concluye Parejo.

Andrés Masa Negreira