Coge aire atentamente. Inspira la delicada esencia cítrica que emana de los azulejos rutilantes de la cocina, los efluvios florales que planean sobre las sábanas del dormitorio. Siente el perfume. Acomódate en el cuarto de estar colmado de la esencia de pino. Cierra los ojos y revive una vez más las añoradas tardes de juegos en el pinar; esta vez no habrá interrupciones para orinar, que la diurética trementina exhalada por los pinos ha sido actualmente descartada del ambientador. Disfruta del persistente equilibrio de una colonia y del aroma del jabón perfumado, de la limpieza y de la frescura, de los adelantos de la química… Pero piensa que quizá el olor de tu casa sea igual de interesante.
Esencia personal y esencia transferible
Es fácil de comprobar que el olor a hogar, a casa, verdaderamente existe. Es una esencia misteriosa que se repite en distintas viviendas, porque las sustancias que la componen son siempre muy similares: gran parte de ellas proceden de los materiales de construcción y de las pinturas, así como de los muebles, lo cual explica que los olores de las casas pueden distinguirse según el año en que fueron levantadas.
Estos compuestos, conocidos técnicamente como Compuestos Orgánicos Volátiles (COV), se cuentan a cientos, pero no todos excitan la pituitaria. “Que los olamos o no va a depender de lo que se denomina el umbral del olor”, explica la doctora en ciencias ambientales Eva Gallego. Para los expertos, un nuevo elemento se suma al frasco del perfume hogareño cuando su concentración es tal que el 50 por ciento de la población estándar comenzaría a apreciarlo. Entre ella no se cuentan las narices especialmente entrenadas para percibir la intensidad de un olor, auténticos catadores de una disciplina denominada Olfatometría Dinámica.
El barrio donde se asiente la casa también influye, ya que desde el exterior penetra una serie de COV que dejan la huella del aire callejero. El típico olor a contaminación que puede hacerse con la casa al ventilar suele proceder de una mezcla de benceno, tolueno y xileno, una tríada conocida como BTX.
Gallego aclara que hay fragancias que se repiten, pero que también hay otras que son muy personales. “El olor depende de los materiales: las moquetas, algunos productos con esencias, hasta de la ropa que llevamos, pero nosotros mismos emitimos compuestos orgánicos volátiles”, aclara. La diferencia entre los domicilios la marcan hábitos como qué se cuece en la cocina y si se fuma, así como detalles del tipo decómo huelen las bacterias que impregnan la piel y las que proceden de los pulmones, cuya firma tiene mucho peso en lo que se conoce como “olor a humanidad”.

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Efectos colaterales
El uso indiscriminado de fragancias en los hogares puede llegar a crear una atmósfera de química desconocida. Podría analizarse, pero no está regulado que deba hacerse, de manera que sus rasgos íntimos suelen ser un misterio; por mucho que sepamos los ingredientes de los productos que empleamos, estamos a merced de apariciones secundarias. Los elementos reaccionan con el oxígeno y pueden formar compuestos peligrosos de la familia de los peróxidos, cuyos principales efectos son irritación de la piel, las mucosas y los ojos.

Redacción QUO