El Tiranosaurio Rex más grande y mejor preservado que se conserva se llama Sue. Fue descubiertoa en Estados Unidos en 1990. De él se conservan sus más de 200 huesos (el esqueleto completo), pero se ignoraba cómo había muerto. Hasta ahora.
La única clave hasta el momento eran unos orificios en su mandíbula, pero se desconocía su origen. Gracias al paleontólogo Ewan Wolff, de la Universidad de Wisconsin Madison, se encontró la causa. Wolf enfocó su interés en enfermedades que sufrieran cocodrilos y aves (“descendientes” de los dinosaurios). Así fue como encontró huellas similares en un cráneo de águila pescadora que en vida había sido infectada por un parásito que habitualmente infecta a palomas, pavos, gallinas y reptiles. Este parásito, de la especie Trichomonas, produce una infección en la parte posterior de la mandíbula que impide la deglución. Y también causa los agujeros presentes en la mandíbula de Sue.
Después de analizar los cráneos de 61 T.Rex, Wolff descubrió que nueve de ellos presentaban lesiones similares a las de Sue, algo demasiado extraño para ser una coincidencia. Aunque los investigadores aún no saben cómo llegó este parásito a los dinosaurios, especulan que lo podrían haber hecho a través de comida infectada.
Sue ya ha encontrado al culpable de su desaparición, pero hay otro misterio aún por resolver: pese a su nombre claramente femenino, el sexo del especímen FMNH PR2081 (nombre técnico de Sue), es aún un enigma.
Redacción QUO
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