El Sol se eclipsa, de media, dos veces al año, un bellísimo evento astronómico que siempre ha fascinado al ser humano y nos ayuda a entender el Universo
El 10 de junio de 2021 hemos podido contemplar cómo un cachito del Sol desaparecía en plena mañana, como si un gigante le hubiese dado un pequeño mordisco. Pocos minutos después, nuestra estrella volvía a estar completa.
En otras latitudes, el efecto fue aún más espectacular. Los pocos habitantes del Círculo Polar Ártico pudieron disfrutar de un anillo de fuego que sustituyó durante unos segundos a nuestro astro rey, el Sol.
De manera global, durante casi 5 horas, el Sol se veía eclipsado en alguna parte del nuestro planeta. Empezando en el Océano Atlántico, y siendo los habitantes de Kumul, en el Noroeste de China, los últimos que pudieron ver este eclipse.
Por qué los eclipses no son iguales para todos
Aunque este suceso tenga los días contados, disfrutar de esta maravilla astronómica es algo que aun podremos hacer durante generaciones. La Doctora Lucie Green, del Laboratorio de Ciencia Espacial Mullard, el más grande de todo Reino Unido, dice que es “un eclipse nos da la oportunidad de conectarnos con el Sol”.
Los eclipses de solares se producen cuando el Sol, la Luna y la Tierra se alinean y la Luna se interpone entre nosotros y nuestra estrella. Pero un eclipse no es igual para todos, dependiendo del lugar en la Tierra desde que miremos al cielo, solo vemos una pequeña parte del sol desaparecer, lo que llamamos eclipse solar parcial. En ciertos lugares, la ocultación es completa.
La posición de Luna determina si tapará totalmente al Sol o nos dejará ver un anillo en vez de la estrella a la que estamos acostumbrados.
En un eclipse total, cuando el sol desaparece, la Luna se encuentra en el perigeo, el punto de su órbita más cercano a la Tierra. Por el contrario, durante los eclipses anulares, cuando lo único que vemos del Sol es un anillo de fuego, la Luna se encuentra en el apogeo, el punto más lejano de su órbita con respecto a nuestro planeta.
Lucie Green continua, “Normalmente nuestra estrella nos deslumbra con si brillo y no la prestamos mucha atención. Pero durante los eclipses, somos capaces de ver a la Luna deslizarse sobre el Sol, recordándonos la precisa máquina de relojería que es el Sistema Solar en el que vivimos”.