En los Anales de Bambú, unas crónicas sobre la historia de China, se describe una “luz de cinco colores” que los investigadores consideran el primer registro de una aurora boreal
Las auroras polares son uno de los fenómenos naturales más llamativos que existen. Estas luces resultan de la interacción del viento solar, es decir, el flujo de partículas cargadas procedentes del Sol, con el campo magnético de la Tierra en la capa conocida como magnetosfera.
Lo habitual es poder las auroras en los polos, porque allí se concentran grandes cantidades de partículas cargadas de alta energía. Así la radiación solar penetra fácilmente en la atmósfera y dan lugar a las auroras polares, que se llaman boreales en el hemisferio norte y australes en el hemisferio sur.
Los colores surgen de la excitación de los diferentes átomos de la atmósfera. Los tonos verdes y amarillos aparecen cuando el oxígeno reacciona con el viento solar. Los azules se producen por la interacción con el nitrógeno, y la mezcla de estos colores da lugar a los rosas y blancos.
Los seres humanos han presenciado este espectáculo de colores durante siglos. En el año 679 a.C. los astrónomos de Asiria, una región de Mesopotamia, en lo que ahora es Irak, describieron en tablas de arcilla con inscripciones cuneiformes el avistamiento de posibles auroras. Algunos científicos también han interpretado la visión del profeta Ezequiel en 594 a.e.c. como una probable aurora. Un poco más tarde, en 576 a.e.c., se anotó en el diario astronómico del rey babilonio Nabucodonosor II lo que pudo ser la aparición de una aurora.
¿“Luz de cinco colores” significa aurora?
Una reciente publicación en la revista Advances in Space Research concluye que la referencia más antigua a una aurora se encuentra en los Anales de Bambú (Zhushu Jinian en mandarín) que datan del 977 a.e.c. o 957 a.e.c. Este texto reúne la historia de China desde los gobernantes míticos como el Emperador amarillo, llamado Huangdi, hasta el periodo de los Reinos combatientes que finalizó con la unificación de los estados que formaron China en el siglo V a.e.c.
En estas crónicas, las observaciones astronómicas no son habituales, pero se menciona una “luz de cinco colores”. Supuestamente fue vista en Hao Jing, la actual Xi’an al centro-noroeste de China, en 977 o 957 a.e.c., al final del reino de Zhao de la dinastía Zhou. El año exacto se desconoce porque varía según las cronologías: la de Edward L. Shaughnessy, experto de estudios antiguos chinos e investigador de la Universidad de Chicago (EE UU), y la Cronología Xia- Shang- Zhou, proyecto encargado por la República Popular China para determinar las dinastías Xia, Shang y Zhou.
Estos descubrimientos ayudan a establecer los patrones en las variaciones del clima espacial y la actividad solar en los últimos milenios
El relato oficial de los Anales de Bambú ha sido difícil conservarlo. El manuscrito original se perdió, se descubrió en el siglo III y volvió a desaparecer durante la dinastía Song entre 960 y 1279. Aunque se conservó parte del contenido por las copias que se hicieron de él. En el siglo XVI se publicó una nueva versión del texto original.
En la edición antigua, aparece una “luz de cinco colores que se adentró en Zǐwēi» (deidad del cielo) por la noche. Sin embargo, en la nueva, aparece como “estrella borrosa”. Los investigadores de este estudio, Marinus Anthony van der Sluijs y Hisashi Hayakawa, se decantaron por la antigua versión porque interpretaron que se trata de una aurora polar que apareció en la región circumpolar y de coloración múltiple.
Los autores se basaron en varios informes en los que se muestra que el polo norte magnético estaba situado en la zona Eurasiática 15° más cerca de China en el siglo X a.e.c. que en la actualidad. Debido a esto, la aurora del óvalo polar habría sido visible.
Además, gracias a la reconstrucción de isótopos cosmogénicos se sabe que entre 977 a. e.c. y 957 a.e.c. se produjeron una serie de manchas solares que pudieron provocar las auroras boreales. Esto se averigua analizando cuánto tiempo ha estado expuesta una roca a los rayos cósmicos.
Estos descubrimientos ayudan a establecer patrones en las variaciones del clima espacial a largo plazo y la actividad solar hace milenios. Si se entienden estas fluctuaciones, podremos predecir mejor las erupciones solares, que influyen en las comunicaciones y el clima, y estar mejor preparados.
REFERENCIA