Su profundo color de sangre hizo que lo bautizaran con el nombre del dios guerrero: Marte. Y la coincidencia de color entre el planeta y la sangre no es una casualidad. El hierro combinado con el oxígeno, en forma de óxido, es lo que dota de color rojo tanto a la superficie del planeta como a la hemoglobina que corre por nuestras venas. Marte nos fascina, y no solo por su color de vida y guerra. Estimuló durante mucho tiempo la imaginación de los astrónomos por los grandes “canales” identificados por Giovanni Schiaparelli en el siglo XIX. Estas estructuras lineales, en gran medida fruto de la inventiva del astrónomo italiano, llevaron rápidamente a especulaciones sobre la existencia de una civilización de hombrecillos verdes que necesitaba transportar el agua desde los polos a las regiones ecuatoriales.

A estos mismos marcianos pronto se les atribuyó una ambición colonizadora. Ahora ha llegado el momento de pensar en Marte como el próximo sueño humano: 2040 es la fecha fijada para la primera misión tripulada. ¿Qué buscamos allí? La Tierra sigue siendo el único ejemplo conocido de planeta con vida. Y Marte es el siguiente paso natural en el estudio del origen y posible ubicuidad de la vida en el Universo.

Hermano pequeño de la Tierra
La sonda Mariner, en la década de 1960, inició la notable saga de satélites artificiales que ha explorado Marte. Después fue la Viking, en la década de 1970, la Mars Global Surveyor en 2000 y, más recientemente, la Mars Express europea y los rovers norteamericanos. Todas estas investigaciones han demostrado sobradamente que no hay ninguna civilización en el Planeta Rojo, pero eso no ha disminuido el interés por Marte de astrónomos y astrobiólogos.

El diámetro de Marte es la mitad del terrestre, y su masa la novena parte de la de nuestra Tierra. El día marciano (24,6 horas) es muy parecido al terrestre, y el año marciano (687 días) dura el doble que el de nuestro planeta, lo que no parece una diferencia enorme. El eje de rotación de Marte tiene una inclinación de 24 grados (respecto a la perpendicular a la eclíptica), un valor muy similar a los 23,5 grados del eje terrestre. Y así, sucesivamente. Muchas características parecen similares a las terrestres y favorables para la formación o conservación de vida. Siempre que se baraja la posibilidad de existencia de vida en un planeta o en un satélite suelen citarse tres condiciones indispensables para que surja y prospere: primero, la presencia de elementos biogenéticos; segundo, una fuente de energía; y tercero, agua líquida, para que los organismos se nutran y se liberen fácilmente de sus desechos.

Tres condiciones para la vida
Marte cumple sobradamente la primera condición, pues todos los elementos biogenéticos (carbono, oxígeno, nitrógeno, etc.) se encuentran disponibles, y en abundancia, sobre su superficie.
La condición que se refiere a la fuente de energía Marte también parece cumplirla; o cuando menos, la ha cumplido en un pasado reciente. Posee los mayores volcanes del Sistema Solar: uno de ellos, el Olympus Mons alcanza una altitud de 25 kilómetros (¡el triple que las mayores cumbres del Himalaya!); además, hay al menos otros tres grandes volcanes marcianos que superan los 18 kilómetros de altura, e innumerables más modestos.

Las erupciones han cubierto de lava grandes regiones del hemisferio norte marciano, formando extensas llanuras que tienen pocos cráteres originados por impactos de meteoritos. Aunque no se ha contemplado nunca un volcán marciano en erupción, la energía volcánica parece haber sido muy importante hasta tiempos muy recientes, y no es imposible que algo de actividad quede aún de manera más o menos latente. En cuanto a la presencia de agua en Marte, los casquetes polares son grandes reservas de agua que se encuentra helada debido a que, actualmente, la temperatura media en la superficie del planeta es de unos 50 grados Celsius bajo cero. Si este hielo se fundiese, el agua cubriría Marte con un océano de varios metros de espesor.

Las imágenes enviadas por las numerosas sondas espaciales no dejan ninguna duda de que en el pasado grandes cantidades de agua líquida fluyeron por la superficie dejando inequívocas muestras de erosión. Las grandes gargantas con numerosas ramificaciones y meandros son en realidad los lechos secos de grandes ríos que sembraron con sus afluentes el Planeta Rojo en el pasado. Además, salpicadas sobre su superficie pueden observarse grandes masas de hielo mezclado con material rocoso, restos del agua líquida que fue tan abundante.

Se piensa hoy que la atmósfera de Marte pudo ser mucho más densa en otras épocas, y que el efecto invernadero ocasionado por aquella atmósfera pudo mantener la superficie del planeta mucho más caliente, lo que permitiría que el agua permaneciese en estado líquido.

Es posible que Marte cumpla estas tres condiciones para la vida en algunas zonas de su subsuelo. En esas regiones subterráneas, al abrigo de las bajas temperaturas superficiales, podría quizá encontrarse tanto agua líquida como fuentes de energía de origen geológico o geoquímico.

Hacer agujeros, buscar fósiles
Así pues, es importante excavar la superficie marciana en diferentes puntos y analizar exhaustivamente lo que se esconde bajo la superficie roja. Siempre damos por supuesto que para encontrar vida en Marte es preciso que haya surgido y se haya desarrollado allí. Pero no hay que olvidar que, de manera análoga a los meteoritos marcianos que nos llegan a la Tierra, es posible que sobre Marte hayan caído cuerpos de origen terrestre, poblados con algún tipo de vida microscópica que podría haber prosperado en Marte, al menos durante algún tiempo. También es importante buscar fósiles, los posibles restos de una vida que quizá pudo existir durante una época y que se extinguió después. El origen y evolución de tales formas biológicas constituirían una información preciosa en el estudio de la vida en general.

Gran parte del trabajo de exploración podrán hacerlo robots capaces de perforar la superficie y realizar análisis in situ. Pero al final, Marte es sobre todo un sueño, y este sueño no solo residirá en el interés de los estudios que podrán llevarse a cabo gracias a un viaje tripulado, ni en los múltiples avances que siempre se generan mediante el desarrollo de nuevas técnicas espaciales, ni siquiera en todas las consideraciones de prestigio tecnológico que la exploración espacial aporta a los gobiernos de los países poderosos. Por encima de todo, viajar al fascinante Marte es el siguiente gran paso en el afán explorador del hombre, y nuestra generación será testigo de la aventura.

Las aguas del pasado.

Aunque esta foto térmica nos muestra que el Meridiani es un terreno muy árido (coloreadas en naranjas las zonas rocosas y en tonos fríos las arenas), ahora sabemos, gracias a los sedimentos microscópicos, que en el pasado esta zona estaba cubierta de agua líquida.

Suelo poligonal.

Esta peculiar forma es el resultado de las contracciones térmicas que azotan cíclicamente el terreno congelado. Fenómeno propio del norte de Marte, que nos da algunas pistas sobre el pasado geológico del Planeta Rojo.

Las dunas de arabia.

La NASA tomó esta foto con rayos infrarrojos a un cráter de
120 km. A partir de las diferencias térmicas, sabemos la composición del suelo. En este detalle vemos pintadas de azul las grandes dunas de arena, fruto de la erosión de los vientos.

El cráter victoria.


La nave MRO, con un multitelescopio para fotografiar Marte en alta resolución, nos deja imágenes como esta.

Detalle del Cráter Pasteur

Las líneas horizontales entre las dunas revelan un pasado volcánico o lacustre, porque los sedimentos se depositaron homogéneamente.

La fosa de Hefesto.

Un gran asteroide impactó contra la superficie del Marte primitivo, los depósitos subterráneos de agua congelada se fundieron, salieron disparados y crearon este río, del cual solo queda constancia de su lecho.

El gas de la Primavera

Todas las primaveras las capas de dióxido de carbono congelado que estaban bajo la superficie marciana se subliman (pasan de estado sólido a gaseoso). Al convertirse en gas, el CO2 busca un «camino» de salida, y cuando lo encuentra sale disparado y arrastra el polvo que ha recogido durante su trayecto hasta la superficie. Así crea estos peculiares dibujos.

Dunas del Polo Norte

Estas dunas de arena están tan cerca del Polo Norte marciano que se congelan y derriten al son de las estaciones, lo que ha creado grietas en la base de las dunas que nos dan pistas sobre los periodos estacionales a lo largo de la historia del Planeta Rojo.

El Polo Sur

El Polo Sur, cubierto de dióxido de carbono congelado, esconde restos de hielo prehistórico que apuntan a que nuestro vecino pudo tener una edad de hielo parecida a la nuestra.

Arrugas de sedimentos

Los diferentes estratos que se ven en esta imagen del MRO nos dan muchas pistas sobre los ciclos climáticos que azotaron el Marte primitivo. Al analizar estos patrones geológicos los científicos coinciden que el Palneta Rojo ha sufrido cambios de inclinación del eje de rotación.