Pezón masculino
Por la igualdad de sexos. Hasta ahora, no sabemos de ningún hombre que haya amamantado a sus hijos. Entonces ¿para qué tienen pezones? Normalmente, los órganos “inútiles” hoy en día tuvieron una función en un momento anterior, pero ese no tiene por qué ser el caso de estas estructuras anatómicas. Según el biólogo evolutivo Andrew Simons, de la Universidad Carleton de Ottawa (Canadá), existen porque todos los fetos humanos comparten la misma impronta genética básica y los hombres conservan esa característica, muy útil para las mujeres, puesto que mantenerla no supone coste alguno desde el punto de vista adaptativo. Ya que están ahí, y mientras no molesten, la selección
natural no hace ningún esfuerzo por quitarlos del medio.
carne de gallina
Todos de punta. La carne de gallina es un reflejo que se produce porque el diminuto músculo que activa un folículo piloso se contrae y hace que el pelo se yerga. En los animales cubiertos de él, de plumas o de espinas tiene una funcion doble: puede agrandar su aspecto, para que un predador se lo piense dos veces antes de atacar, pero también crea una capa mullida que protege al animal del aire frío. Es evidente que a los humanos no nos queda pelo suficiente para este tipo de calefacción. Pero seguramente hemos reciclado el mecanismo para otros fines. En la actualidad, el vello erizado puede funcionar como guiño emocional para otras personas, de forma parecida a lo que ocurre con el rubor. La piel de gallina puede señalizar que sentimos miedo, ira e incluso placer. De hecho, se han detectado evidencias de que un escalofrío provocado por la música causa cambios en la actividad de zonas cerebrales relacionadas con las sensaciones placenteras.
tubÉrculo de Darwin
Un recuerdo en tu oreja. S e llama punto o tubérculo de Darwin y es una pequeña protuberancia que tienen algunas personas en la parte superior del pabellón auditivo. Se cree que es lo que queda de una especie de bisagra ancestral que habría permitido que la oreja se girase o cayera sobre la abertura del oído. No es peligroso y puede eliminarse con el bisturí. El cirujano plástico neoyorkino Anthony Sclafani explica que solo hace falta heredar una copia del gen responsable para exhibirlo. Pero, aún con el gen, puede que no se manifieste. Según Sclafani, eso significa que ya no resulta ventajoso.
Órgano vomeronasal
Me da en la nariz que no funciona. Los roedores y otros mamíferos secretan señales químicas llamadas feromonas que llevan información sobre su sexo y su estado reproductivo, e influyen en el comportamiento del resto de los individuos de la especie. Para detectar las feromonas, están dotados del órgano vomeronasal (OVN), un par de estructuras enclavadas en la base nasal, en el techo de la boca. Nosotros tenemos algo parecido en la nariz, pero el neurólogo estadounidense Michael Meredith cree que en este caso sí se trata de un residuo: “no se ve en él ninguna célula parecida a las células sensoriales del OVN de otros mamíferos”, dice. Además señala que los genes que codifican las moléculas responsables de detectar las feromonas y disparar una respuesta son seudogenes y están inactivos. Larry Katz de la Universidad de Duke (EEUU), piensa que podemos llegar a detectarlas con nuestro sistema olfativo principal.
El apéndice
¿Sirve o no sirve? Durante mucho tiempo se pensó que el apéndice era un órgano que solo servía para molestar muchísimo cuando se inflamaba. Sin embargo, parece ser que la existencia de esta especie de gusano que surge del cielo del intestino grueso está plenamente justificada. En un estudio publicado el pasado año en la revista Journal of Theoretical Biology Randal Bollinger, de la Duke University School de Durham (EEUU) defendió que actúa como una “caja fuerte” para bacterias simbióticas beneficiosas. Viven allí sin ser molestadas hasta que el cuerpo requiere su ayuda. Si, por ejemplo, una enfermedad destruye la flora intestinal habitual, saldrían de su escondrijo y repoblarían el intestino para normalizar su función.
Muelas del juicio
Duras, pero no maduras. Las molestas muelas del juicio son una característica común a la mayoría de los primates, excepto algunas especies, como los tamarinos. Peter Lucas, de la Universidad George Washington, en Washington DC (EEUU) cree que se debe a que, cuando el tamaño de los mamíferos se reduce rápidamente, sus mandíbulas ya no tienen espacio para albergar todos sus dientes y, con el tiempo, se seleccionan menos dientes o más pequeños. En el caso del Homo sapiens, la causa de que un 35% de las personas no tenga muelas del juicio puede residir en la dieta. Robert Corruccini, de la Southern Illinois University en Carbondale (EEUU), considera que, con un menú cada vez más blando y procesado, los molares se han ido quedando sin trabajo. El espacio en las mandíbulas se ha vuelto más preciado “de modo que los terceros molares, los últimos dientes en salir, se quedaron sin sitio para nacer”, explica. Podemos estar en camino de perderlas del todo.