En QUO ya estábamos deseando saber qué sorpresas tiene guardadas la astronomía para este 2016. Por eso, le pedimos al astrofísico Javier Armentia que nos contara qué eventos celestes no deberíamos perdernos este año. 

Trece lunas llenas, eclipses, superlunas de otoño o un cometa para Reyes son algunos de los muchos eventos astronómicos imperdibles de 2016 que Armentia ha querido explicarnos detenidamente en esta fotogalería para que no nos perdamos un detalle.

1. Un año con 13 lunas nuevas

¿Cuántos plenilunios caben en un año? Depende: si contáramos usando los calendarios musulmán o hebreo, que usan meses lunares estrictamente, la respuesta es sencilla: doce. Pero nuestro calendario se suele llamar lunisolar, es decir, que tiene que ver con la Luna, pero también con el Sol. La duración del año es el tiempo de la revolución terrestre en torno a nuestra estrella. Es decir, 365 días y un poco menos de un cuarto. Lo del cuatro lo corregimos en los años bisiestos, y 2016 es precisamente bisiesto, porque tendremos un 29 de febrero. Lo del “casi” lo corregimos quitando tres años bisiestos cada cuatro siglos. Pero volviendo a nuestro satélite, nuestros meses son un poco más largos que el mes sinódico, el periodo que transcurre para que la Luna nos muestre la misma fase. A ese tiempo, de aproximadamente 29 días y medio de duración, le llamamos lunación. ¿Se acuerdan de dónde tienen la calculadora en el móvil? Pues hagan la división 265,25 / 29,5. ¡Ay! Es un poco más de 12. Y eso es lo que pasa, que algunos años tienen 12 Lunas llenas, y otros tienen 13. Como 2016, en el que tendremos 13 plenilunios. (Algunos años llegan a tener 14, conste).

El mes que duplica Luna llena será julio: el 2 y el 31 será luna llena. Y la tradición que nos llega de Inglaterra llama a esa segundo plenilunio la “Luna Azul”. Bueno, en la Edad Media le llamaban “Luna de los Traidores”, pero la palabra se transcribió mal y de “belew” (traidor) pasó a “blue” (azul). La famosa “Blue Moon” de las canciones es fruto de una confusión y mucha imaginación. Porque no es azul, por supuesto, como todas las Lunas, siempre es más bien blanca, como la luz del Sol que refleja.

 Otros años, cuando lo que hay en un mes es dos lunas llenas, se le llama Luna Azul. Desgraciadamente, este año no hay.

2. ¡Un cometa para Reyes!

Muchas de las tradiciones navideñas ponen como estrella de los magos de Oriente a un cometa. La costumbre la comenzó realmente Giotto di Bondone al pintar el freso de la capilla de los Scrovegni en Padua, su famosa “Adoración de los Reyes Magos”, tras haber visto en el cielo al cometa Halley, en 1301. En 2016 tenemos un cometa en el cielo, aunque no tan brillante como suelen desear los aficionados a la astronomía. El cometa C/2013 US10 (Catalina) o “Catalina” para los amigos.

Fue descubierto el 31 de octubre 2013 por un sistema automatizado de observación astronómica de objetos del Sistema Solar, el Catalina Sky Survey que dirige el Laboratorio Lunar y Planetario de la Universidad de Arizona.

Las observaciones, desde entonces, predecían que según se aproximara a la Tierra (el momento de máximo acercamiento se produce el 17 de enero, cuando el cometa se sitúe a 108 millones de km) se haría observable a simple vista. Ya desde septiembre se pudo observar con binoculares e iba incrementando su brillo conforme se acercaba al Sol: su perihelio, el momento de mayor cercanía, fue el 15 de noviembre. Pero se trata de un cometa nuevo, un recién llegado desde los confines del Sistema Solar en la Nube de Oort, y por eso es de naturaleza impredecible. Así que no ha ido convirtiéndose en un objeto llamativo a simple vista. Estos días está accesible en cualquier caso a la observación con prismáticos, pero no vamos a tener un cometa como los de mediados de los años 90.

Esta semana está el cometa pasando de la constelación de la Virgen a la del Boyero (el día 1 de enero estará junto a Arcturus, su estrella más brillante). A mediados de enero de 2016 recorre el mango del cazo de la Osa Mayor. 

*** Aquí puedes descargar una carta celeste como la de la foto.

3. Eclipses para viajeros

Debido a la forma en que se realizan las órbitas de la Tierra alrededor del Sol y de la Luna alrededor de nuestro planeta, además de la propia rotación terrestre, unas cuantas veces al año se dan alineaciones entre los tres astros capaces de producir eclipses. No muchas, aunque como mínimo 2 veces la Luna se interpone delante del disco solar (un eclipse de Sol) y otras dos veces la Luna se sumerge en la sombra o la penumbra de nuestro planeta (eclipse de Luna). Hasta un máximo en total de 7 veces algunos años, en 2016 nos quedamos con el mínimo. Y no podremos verlos desde España.

Del 8 al 9 de marzo se produce un eclipse total de Sol en el que la Luna va a ocultar por completo al Sol durante 4 minutos y 9 segundos. Se verá entre Indonesia y el Pacífico, gran parte de la estrecha franja de la totalidad permanece sobre el mar, aunque será observable en Sumatra, Borneo o Sulawesi.

Medio mes después, el 23 de marzo, durante la Luna llena nuestro satélite se acerca a la sombra de la Tierra, pero sin sumergirse en ella. Pasará algo más de 2 horas recibiendo solo parte de la luz solar, en un eclipse penumbral muy poco llamativo, como sucede con estos fenómenos. Apenas se nota la disminución de la luz, aunque nos podemos fijar en que no toda la cara visible se ilumina de la misma manera. De todas formas, este eclipse también nos exige viajar al otro lado del mundo, porque será observable en el este de Asia, el Pacífico y el oeste de América.

El otro eclipse solar llega el 1 de septiembre y se verá como eclipse parcial en gran parte del continente africano (desde Canarias se verá un poco). Ese día la Luna está en la parte de su órbita más alejada, de manera que su tamaño aparente en el cielo es algo menor que el del disco solar. Por eso, en la región donde se produce la máxima conjunción no se llega a dar un eclipse total, sino uno anular: durante 3 minutos y 6 segundos se verá un anillo de luz, la parte de la fotosfera solar que no queda detrás de la Luna. La anularidad será observable desde Gabón, Congo, la República Democrática del Congo, Tanzania, Mozambique y Madagascar.

Y correspondientemente, medio mes después se produce otro eclipse de Luna, también penumbral y poco llamativo. Será el único del año observable desde Europa, también África, Asia y Oceanía. Desde las 18:54 a las 22:53 (hora civil peninsular)

4. El día en que más nos acercamos al Sol y las estaciones

Posiblemente parte de la culpa la tienen las exageradas ilustraciones de los libros de texto en las que aparece la órbita de la Tierra como una elipse muy exagerada en torno al Sol (realmente a simple vista no podríamos diferenciarla apenas de una circunferencia) pero hay mucha gente que cree erróneamente que las estaciones suceden porque unas veces estamos cerca y otras lejos del Sol, de manera que en las primeras (verano) nos llega más calor y más luz que en las otras (invierno). Es erróneo: la causa de las estaciones (que además están invertidas en los dos hemisferios, algo que no explica la peregrina teoría de las distancias al Sol) es la inclinación de la órbita de la revolución terrestre con respecto al Ecuador de nuestra rotación, que produce que entre el equinoccio de marzo y el de septiembre el Sol se vea encima de esta línea, y en el Hemisferio Norte tenemos días más largos y más insolación (periodo en el que en el Sur pasa lo contrario). Y viceversa de septiembre a marzo, como es lógico.

Más aún, el día 2 de enero, precisamente, es el día en que estamos más cerca del Sol. La órbita terreste, que es ciertamente elíptica, nos pone este día a 147 millones de km del Sol. Ese punto más próximo se llama perihelio. Y el 4 de julio estaremos en el afelio, el punto más alejado, a 152 millones de km, es decir, 5 millones de km más lejos.

Las estaciones, en 2016 (hora civil peninsula española):

equinoccio de primavera: 20 de marzo a las 5:30 
solsticio de verano: 21 de junio a las 00:34
equinoccio de otoño: 22 de septiembre a las 16:21
solsticio de invierno: 21 de diciembre a las 11:44

5. Superlunas de otoño

Hay que aclararlo: la “superluna” no existe realmente, no es un término ni un concepto astronómico, sino un invento de un astrólogo estadounidense, Richard Nolle, que además aseguraba que cuando la Luna está más cerca y el plenilunio (o novilunio) se producen sucesos como terremotos y accidentes… Pero los medios de comunicación han abrazado el término como uno de sus fijos y cada año nos avisan de Superlunas que no podremos volver a ver en decenas de años.

La realidad es más prosaica: cada 27,32 días la Luna recorre su órbita alrededor de la Tierra, a una distancia que en el punto mínimo (llamado perigeo) es de 365.000 km y en el máximo (apogeo) de 406.000 km. Cuando está más cerca es un poco mayor que cuando está más lejos, también las mareas llegan a ser un 19% más intensas. Otra forma de contar el tiempo con la Luna es usar el mes que tarda en pasar el ciclo de las fases, que es de 29,53 días. El primer ciclo se conoce como mes sidéreo y el segunro mes sinódico. Como son diferentes, a veces coinciden y otras no. Cuando una Luna llena coincide en el perigeo tenemos una situación de triple alineación del Sol, la Tierra y la Luna (una sizigia, como se conocía por los antiguos astrónomos, que también se da en los eclipses de Luna). Como la conjunción completa es muy rara, se suele aceptar que un 10% de alineación es suficiente como para usar el término de Superluna. Pero desengañémonos, cada año hay entre 2 y 4 superlunas, porque también se pueden contar las Lunas nuevas en el perigeo, que no vemos porque están del mismo lado que el Sol.

En cualquier caso, en 2016 los periódicos nos anunciarán maravillas que no podremos ver (a simple vista y sin compararlo con la imagen de otro plenilunio son indistinguibles) para las superlunas del 16 de octubre y del 14 de noviembre.

6. Venus y Mercurio: el tránsito del mensajero de los dioses

Debido a que sus órbitas son interiores con respecto a la de la Tierra, nunca observamos a estos planetas muy lejos del Sol: son astros que se ven al comienzo de la noche o al final de la misma. Su revolución es más corta que el año terrestre y por eso cambian de posición de manera más acusada que los otros planetas. Por ejemplo, estos primeros meses del año tenemos a Venus como brillante lucero matutino, perfectamente reconocible en el cielo de la segunda mitad de la noche, mientras que en otoño se convertirá en el lucero vespertino más brillante, observándose tras la puesta de Sol.

En el caso de Mercurio, cuyo año dura 88 días, este movimiento es más acusado. Al orbitar más cerca del Sol, Mercurio nunca se separa más de 28 grados respecto al Sol. En los primeros meses también es un lucero matutino, alcanzando la máxima separación (llamada elongación) Oeste el día 7 de febrero. Mercurio era el mensajero de los dioses, representado a menudo con un calzado con alas, como metáfora de ese veloz movimiento en el cielo. Porque el 18 de abril estará justo al otro lado de su órbita, siendo visible por la mañana. Y lo repetirá varias veces a lo largo del año.

 

Pero entre medias sucederá algo muy especial: el tránsito de Mercurio por delante del disco solar. Aunque cada año Mercurio rebasa por delante al Sol en 4 ocasiones, no siempre llega a pasear justo delante de él. La última vez que pudimos observar este tránsito (también se dan para Venus, pero son fenómenos todavía más escasos) fue en 2006. El 9 de mayo de 2016, de las 13:12 a las 20:42 (hora civil peninsular española) Mercurio recorre el Sol, un fenómeno que podemos observar con telescopios adecuadamente filtrados para evitar la radiación solar, un espectáculo que desde el Planetario de Pamplona seguiremos y retransmitiremos. Atentos a las informaciones porque las agrupaciones, los observatorios y los planetarios estaremos contándolo también. 

7. El movimiento retrógrado de Marte

Fueron las precisas observaciones del movimiento del planeta rojo frente a las estrellas “fijas” realizadas por Tycho Brahe las que permitieron a Johannes Kepler establecer sus leyes del movimiento de los planetas en el marco del hipótesis de Copérnico de que los planetas, y la Tierra como uno de ellos, orbitaban en torno al Sol. Cuando vemos a Marte en el cielo podemos comprobar día a día cómo se va desplazando hacia el Este con respecto a las estrellas. Salvo en algunos periodos (que coinciden con su mayor brillo), que presenta un movimiento retrógrado, es decir, de Oeste a Este (algo que también realizan en menor grado los otros planetas externos a la Tierra). En medio de esta fase retrógrada se produce la oposición del planeta, la mayor proximidad al mismo de todo el año.

 

En 2016 podemos reproducir las observaciones que cambiaron la visión del mundo, porque del 15 de mayo al 1 de julio Marte estará en su fase retrógrada, en la cabeza del Escorpión celeste. Y la oposición marciana es el 22 de mayo. De paso, también es una ocasión única para comparar cómo los antiguos griegos fueron muy precisos al denominar a la estrella más brillante de esa constelación como “la rival de Marte”, es decir, Antares.

8. La oposición de Júpiter

Júpiter se va a ver muy bien durante toda la primera parte del año, porque nos vamos acercando a su oposición. Este término hace referencia a que hay un día (el 8 de marzo en concreto) en que se coloca al lado contrario del Sol (opuesto a él, por lo que es observable durante toda la noche y justo en el lado contrario del cielo, que es la parte meridional de la constelación del León, entre sus dos estrellas más brillantes, Régulo y Denébola. Esa época marca la menor distancia al planeta gigante, y también coincide con su movimiento retrógrado, que se produce entre el 7 de enero y el 9 de mayo. Para los astrólogos nunca quedó claro si la fase retrógrada era benévola o maléfica, porque había para todo. Y para algunos científicos también, en el caso de Júpiter, se llegó a pensar que estos momentos de oposición podrían producir un incremento de la sismicidad inducida en nuestro planeta (el llamado efecto Júpiter que se puso de moda en los años 80 como casi un aviso de fin del mundo que obviamente no llegó), o con influencias sobre la actividad solar, que tampoco se han demostrado.

Es en cualquier caso el mejor momento del año para poder observar a Júpiter y, usando unos sencillos prismáticos, reproducir las noches de observación que realizó Galileo Galilei a comienzos del año 1609, cuando su anteojo astronómico reveló la existencia de cuatro astros que orbitaban el planeta. Esas lunas, o satélites (un término que quiere decir “pequeños asistentes” y que fue puesto por Kepler) son observables y hay numerosas aplicaciones para móviles que nos dan su posición en cada noche. Es un reto descubrir a Io, Europa, Ganimedes y Calisto, y a veces (para esto, como para ver la Gran Mancha Roja mejor disponer de un telescopio o contactar con la agrupación astronómica de tu zona) incluso la sombra de alguno de los primeros sobre el disco de Júpiter.

9. Saturno también se opone

De la misma forma que Marte y Júpiter, en 2016 tendremos a Saturno, el más lejano de los planetas que podemos ver sin la ayuda de telescopio, en una fase de movimiento retrógado (del 25 de marzo al 13 de agosto) que rodea al momento en que está más cerca de nosotros: la oposición de Saturno se produce el 3 de junio, cuando el planeta de los anillos se coloque cerca de Antares, en el Escorpión. Esas noches podremos verlo también cerca de Marte, mucho más brillante.

Si disponemos de un telescopio podemos aprovechar esta época para poder observar con mejor detalle el sistema de anillos del planeta, e incluso su luna Titán. Ahora que la misión Cassini está acabaando su trabajo de sobrevuelo del sistema de Saturno, sus anillos y sus satélites, disponemos de imágenes sorprendentes y muy ricas en detalle, pero nada es comparable a la emoción que despierta descubrir que podemos ver esos anillos con un telescopio sencillo.

Por supuesto, no todos tienen un telescopio a mano, pero casi todo el mundo tiene una agrupación astronómica o un planetario o museo de ciencia cerca, así que es fácil acercarse e informarse de cuándo se organizará la próxima observación astronómica. Es lo más recomendable para iniciarse en estas cosas de dejarse llevar por la contemplación del Universo. Y es gratis.

10. Fugaces para pedir deseos

Unas cuarenta lluvias de meteoros anuales, es es lo que presenta en su calendario la International Meteor Organization (IMO), una referencia en eso de dar información sobre estrellas fugaces. Por supuesto, todos los lectores de QUO saben que no son estrellas, sino fragmentos de materia interplanetaria que entran a gran velocidad en la atmósfera terrestre y habitualmente se volatilizan por el calentamiento debido a la fricción en la alta atmósfera, produciendo a veces una luz de fluorescencia que, eso sí, es habitualmente fugaz. A veces un fragmento algo mayor puede producir un bólido y si lo observamos o mucho mejor hemos conseguido tomar imágenes o vídeos del fenómeno podemos colaborar con su estudio científico informando a la Red de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos. 

A lo largo de 2016, por lo tanto, tendremos muchas ocasiones para ver este tipo de meteoros, aunque las más populares seguirán siendo siempre las Perseidas que nos acompañan entre finales de julio y pasado la mitad de agosto, con el máximo la noche del 12 al 13 de agosto. No es un año especialmente adecuado, con la Luna en cuatro creciente el 10, que da mucha luz y nos impide ver las más débiles (que son más abundantes que las más brillantes) hasta la parte final de la noche.

En cualquier caso, comenzaremos enero con las Cuadrántidas, con el máximo el 4 de enero, sin demasiada luna. Las Líridas de abril (máximo el 22) o las Bootidas de junio (máximo el 27) pueden resultar interesantes. Las Leónidas de noviembre (máximo el 17) coinciden también cerca de la Luna llena de ese mes (el 14), como las Gemínidas del 13-14 de diciembre. Los nombres de estas lluvias anuales hacen referencia a que aunque se pueden observar por todo el cielo, las fugaces parecen provenir de un punto determinado del cielo, en la constelación que da el nombre a ese punto que denominamos radiante. Es un efecto de proyección, lo mismo que cuando vamos conduciendo durante una nevada y los copos de nieve, que nos llevamos por delante con el coche, parece formar un tubo en una dirección cercana a la que nos dirigimos. Eso es lo que le pasa a la Tierra cuando se lleva por delante pequeños restos de cometas (y algunos asteroides) que van poblando las regiones cercanas a las órbitas de estos objetos del sistema solar. Al entrar a gran velocidad se vaporizan en la atmósfera, dejándonos ese trazo luminoso tan sutil.