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Ser o no ser un superhéroe. Ese es el dilema. Por un lado, resulta seductora la idea de volar, o tener una fuerza y agilidad sobrehumanas. Pero, ¿alguien se ha parado a pensar en las renuncias que implicaría llevar una vida como la suya?
Urgencias fisiológicas
Algo tan sencillo como buscar un lavabo público sería todo un reto. “¿Se imagina alguien a Superman o a Iron Man entrando a toda prisa con sus uniformes en el baño de un cafetería para orinar?”, se pregunta irónicamente el guionista y dibujante Caleb Mozzocco. “Lo que para nosotros es una actividad corriente, a ellos les obligaría a diseñar toda una estrategia”.
Según el autor, algunos, como Flashman, podrían servirse de su supervelocidad para aliviarse sin que nadie se diera cuenta. Pero otros, como Batman, dado el uniforme hermético que usan, no tendrían más opción que hacérselo encima. Por lo que deberían instalar en él un sistema de compartimentos estancos que absorbiera la orina.
Marcados por el desamor
Pero uno de los temas más delicados sería el del sexo. Spider-Man, por ejemplo. Sus fluidos radiactivos podrían matar a su chica, Mary Jane. Pero, dado que en el número 600 de esta serie de cómics, la pareja se casó y ella sigue viva, muchos fans especulan con que llevan una vida casta.
Como la de La Cosa (uno de los Cuatro Fantásticos). Su aspecto era tan horrendo que no tuvo más remedio que echarse una novia ciega. A pesar de ello, durante las Guerras secretas (título de una serie limitada de doce números), ella le dejó porque se enamoró de la Antorcha Humana, otro héroe mucho más fogoso. ¿Aún hay quien dice que ser superhéroe “mola”?
Vicente Fernández López