No son el mapa del tesoro, pero sí son un tesoro de mapas, un testimonio de cómo la imagen del mundo cambió para siempre
¡Quién no ha sentido fascinación por los mapas en la infancia? Los mapas del mundo de colores brillantes sobre los que planeábamos los países que visitaríamos y cómo sería nuestro viaje por tierra, mar o aire.
Los globos terráqueos que hacíamos girar para poner el dedo en un punto al azar. O los mapas imaginados de la Tierra Media, donde elfos y arcos vivían separados por bosques y mares. No es casualidad que la secuencia de presentación de Juego de Tronos, una de las series más míticas de la historia de la televisión, sea un mapa.
Los primeros mapas de los que tenemos noticia son una tableta babilónica de arcilla del siglo. VII a.e.c.,la carta plana cuadrada de Eratóstenes de Cirene del siglo III a.e.c. o el mapamundi de Ptolomeo del siglo II. Precisamente en este último aparece la península ibérica, con una forma no totalmente precisa, pero muchos detalles reconocibles.
Durante la Edad Media, de nuevo el mundo musulmán resulta ser el más avanzado en todas las ciencias, como muestra la obra el cartógrafo Al-Idrisi que trabajó para el rey Roger II de Sicilia, y que en su Tabula Rogeriana, dice 1154, un mapa centrado en el mar Mediterráneo, pero del revés, con África en la parte superior, se puede también distinguir la Península Ibérica.
La Tábula Rogeriana se encuentra en la biblioteca del congreso en Washington DC, EE UU, y el mapamundi de Ptolomeo ni siquiera existe, se ha reconstruido a partir de la descripción del mapa en su “Geografía” del año 150.
Pero hay un mapa que podemos visitar y que marca el cambio del concepto del mundo que se produjo hace cinco siglos, cuando los europeos llegaron a a América.
Quién puso América en el mapa
También es de sobra conocido que Colón estaba equivocado. Pensaba que al navegar hacia el oeste llegaría a Asia, es decir, a las Indias. Colón tenía esta idea equivocada por culpa de otro mapa: el mapa de Martellus, que conserva la Universidad de Yale en EEUU.
Henricus Martellus, un cartógrafo alemán que trabajó en Florencia a finales del siglo XV, dibujó el mundo conocido hasta entonces, el mundo que Colón esperaba encontrar en su expedición cuando se topó con un continente nuevo.
No mucha gente sabe que Cristobal Colón era cartógrafo, pero como tenía otras responsabilidades capitaneando la expedición, se llevó a bordo al cántabro Juan de la Cosa.
En el año 1500, en el Puerto de Santa María, de la Cosa dibujó un mapa del mundo conocido, que se había hecho mucho más grande solo ocho años antes, cuando la carabela de Colón tocó tierra en la isla caribeña de Guanahani, en las actuales Bahamas.
El mapa de Juan de la Cosa se conserva en el Museo Naval de Madrid, y es seguramente el mapa más famoso de España, porque es el primer mapa conocido que incluye América, y el único que se conserva realizado por un testigo directo de los viajes de Colón.
Además de que el mapa de Juan de la Cosa es una maravilla técnica y artística, tiene una historia fascinante, ya que estuvo desaparecido durante siglos.
Se sabe que Juan de la Cosa presentó dos «cartas de marear de las Yndias» a los Reyes Católicos en Segovia en 1503, uno de los cuales podría haber sido este mapamundi. Hay noticias del mapa más adelante, en un escrito de Pedro Mártir, cronista de indias, en 1514. Después, el mapa desaparece.
Tres siglos después, en 1832, el barón de Walckenaer, un naturalista francés, lo compra a un comerciante de París, y se lo muestra a su amigo Alexander von Humboldt, el erudito alemán que lo daría a conocer.
Tras la muerte del barón de Walckenaer en 1852 su biblioteca salió a subasta. El intelectual Ramón de la Sagra, que conocía la existencia del mapa, vio el anuncio de la subasta y alertó al Ministerio de Marina español, que pujó por el mapa y lo adquirió por la elevada suma de 4.321 francos de la época.
El mapa de Juan de la Cosa no ha sido restaurado nunca. Es un mundo al que aún le faltan piezas. El Océano Pacífico no está, y parece que, a propósito, el cartógrafo recortó Indochina y China para evitar la misma confusión que tuvo Colón en su día.
Pero es un mapa mágico. Con la distancia que nos dan las fotos de la Tierra desde el espacio, no podemos dejar de maravillarnos y soñar con viajar por él.
Con la colaboración de Hyundai
Hay una errata: dice «mal Mediterráneo».