Los Misterios Eleusinos, la ceremonia secreta de los antiguos griegos que perduró casi 2.000 años, llegó a las costas de Girona de manos de comerciantes, y con ella la droga usada en el ritual 

Hace más de dos mil años, miles de griegos peregrinaban para asistir a una fiesta muy especial. Los Misterios tenían lugar en septiembre en la ciudad de Eleusis, a 18 kilómetros del centro de Atenas. En su momento de máximo esplendor, más de 3.000 personas tomaban parte en un ritual que duraba una semana.

En esos días los participantes hacían ayuno, tomaban parte en bailes y cantos rituales, y finalmente peregrinaban hasta el templo, donde bebían ciceón (en griego κυκεών, kykeon), una bebida hecha con agua, cebada y hierbas. Lo que ocurría después era un secreto que nadie podía desvelar bajo pena de muerte.

Los misterios formaban parte parte del culto a Demeter, la diosa de las cosechas, y su hija Perséfone. Según el mito, Perséfone es secuestrada por el rey del inframundo, Hades. Este da a Perséfone de comer semillas de granada, con lo que la ata al inframundo, del que solo puede emerger la mitad del año, coincidiendo con la primavera.

Se trataba de un rito igualitario, al que asistían hombres, mujeres, ciudadanos y esclavos

El origen de los misterios eleusinos se remonta a la noche de los tiempos, ya que el rito de la muerte y resurrección relacionado con las cosechas ya existía en la civilización micénica, alrededor del 1500 a.e.c., y seguramente mucho antes. Con el paso de los siglos, el ritual se hizo cada vez más popular, hasta que bajo el mandato de Peisístrato de Atenas, los Misterios Eleusinos se convirtieron en panhelénicos, y más tarde pasaron a ser administrados por el estado. Los peregrinos acudían de todo el mundo helénico para tomar parte en ellos.

Se trataba de un rito igualitario, al que asistían hombres, mujeres, ciudadanos y esclavos. Los únicos requisitos para participar eran no tener delitos de sangre y ser capaces de hablar griego para entender la ceremonia.

Los últimos misterios tuvieron lugar alrededor del siglo III. La ceremonia desapareció, primero barrida por la persecución de los ritos paganos por parte de los romanos, y más tarde con destrucción de los templos en el año 396 por Alarico, el rey godo cristiano.

Según los investigadores, los Misterios Eleusinos pretendían «elevar al hombre por encima de la esfera humana hasta la divina y asegurar su redención convirtiéndolo en un dios y confiriéndole así la inmortalidad». Parece mucho prometer para unos días de bailes y cantos, y no explica cómo el rito pudo perdurar casi sin cambios durante casi dos milenios.

Misterios de Eleusis

Placa votiva conocida como Tabla de Ninnion, que representa elementos de los Misterios de Eleusis, descubierta en el santuario de Eleusis (mediados del siglo IV a.e.c)

Pero todo cobra sentido cuando nos fijamos en la receta del ciceón, la bebida que acompañaba a los ritos.

El LSD de los griegos

Desde hace décadas se ha especulado con la posibilidad de que el ciceón no era solo un refresco, sino que se trataba de una droga psicodélica, lo que explicaría las visiones, la revelación y la transformación que experimentaban todos los iniciados.

Una plaga habitual de la cebada es el ergot o cornezuelo del centeno (Claviceps purpurea), un hongo tóxico que puede producir ergotismo, una enfermedad caracterizada por convulsiones, alucinaciones y contracción arterial, que puede conducir a la necrosis de los tejidos y la aparición de gangrena en las extremidades.

Una de las sustancias tóxicas presentes en este hongo es la ergotina, de la cual se deriva el ácido lisérgico (LSD). Aunque otros investigadores han especulado con la posibilidad de que los griegos mezclaban su ciceón con setas alucinógenas, amapolas de opio o incluso plantas que contenían DMT (el principio activo de la ayahuasca), el cornezuelo era el ingrediente más probable.

Las sospechas se confirmaron con los trabajos en el yacimiento de Mas Castellar, en Girona, donde se levantaba un templo dedicado a Demeter y Perséfone, y donde se han encontrado todo tipo de objetos relacionados con el culto a estas diosas.

Mas Castellar se encuentra a unos 17 kilómetros de la actual Ampurias, antigua Emporión, una colonia griega fundada en 575 a.e.c. por colonos de Focea, los “vikingos griegos”. Los foceos eran más comerciantes que saqueadores, originarios de la actual Anatolia en Turquía. Fueron los fundadores además de Masalia, actual Marsella, en Francia, y Velia, en el sur de Italia.

Los investigadores encontraron restos de cornezuelo del centeno en el templo de Mas Castelar en dos lugares: en el interior de una vasija y en el sarro de los dientes de los restos de un hombre de 25 años. La contaminación podría haber sido accidental, si embargo, el análisis de los molinos de grano cercanos no encontraron rastros del hongo. Todos estos hechos demuestran dos cosas: que el cornezuelo se añadía a la bebida intencionadamente, y que después se consumía.

Además, la vasija con restos del alucinógeno es muy pequeña, como si fuera de juguete. Algo que indica que, fuera lo que fuera lo que contenía, era tan potente que solo hacía falta una cucharada. Los vikingos griegos habían roto el secreto. Se habían traído consigo los misterios eleusinos y los brebajes que se consumían en la ceremonia

El kernos del Museo de Arqueología de Ampurias

Para ver los restos de los Misterios eleusinos hay que viajar a la ciudad de Ampurias (Empúries en catalán) y visitar el excelente Museo de Arqueología, que se encuentra en el interior del monasterio de Sant Pere de Galligants, una abadía benedictina del siglo X, y que desde 1857, es la sede del museo. Aquí se pueden visitar los restos más importantes de la antigua ciudad griega de Emporión, y también los hallazgos en las áreas cercanas, entre ellas Mas Castellar.

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Vaso griego de ofrendas o kernos (κέρνος o κέρχνος) encontrado en las excavaciones realizadas en 2008 en el barrio portuario de la ciudad griega de Emporion. Museo de Arqueología de Cataluña en Ampurias

Entre las piezas destaca un hermoso Kernos, una vasija formada por un aro de cerámica que tiene pequeños cuencos pegados a su alrededor. Su inusual diseño se describe en las fuentes literarias, que indican que esta extraña pieza se utilizaba principalmente en los cultos de Deméter y Coré, y de Cibeles y Atis.

En los Misterios de Eleusis, el kernos se llevaba en procesión sobre la cabeza de una sacerdotisa (liknophoros) como se puede ver en varias vasijas decoradas y mosaicos que representan el rito. A veces se colocaba después una lámpara en el centro de un kernos.

Una posible explicación para esta extraña vasija es que se trataba de un dosificador. Lo que se vertía en las pequeños cuencos era algo que debía tomarse en pequeñas dosis, que era necesario medir, probablemente porque se trataba de potenciales tóxicos.

Ateneo de Náucratis, un historiador clásico del siglo III e.c., describe así el kernos:

Una vasija de terracota con muchos cuencos pequeños pegados a ella. En ellos hay salvia, cabezas de amapola blanca, trigo, cebada, guisantes, vezos, legumbres, lentejas, judías, espelta, avena, pasteles de fruta comprimida, miel, aceite de oliva, vino, leche y lana de oveja sin lavar. Cuando uno ha llevado este recipiente, como un liknophoros, prueba su contenido.

De este modo podemos hacernos una idea de qué elementos entraban en el cóctel del ciceón. La receta original se perdió con la muerte del mundo antiguo, y hoy solo nos quedan mitos, aunque poco a poco se desvelan como lo que en realidad fueron: una experiencia transformadora, como relataba Aristóteles, que hacía que quienes tomaban parte en ella nunca volvieran a ser iguales, porque habían muerto y renacido.

«Los temores, los terrores, los temblores, los sudores mortales y un estupor letárgico vienen y nos abruman», relató más tarde el historiador Plutarco, hablando de una de estas ceremonias. «Pero, en cuanto salimos de él, pasamos a praderas deliciosas, donde se respira el aire más puro, donde se escuchan conciertos y discursos sagrados; donde, en definitiva, uno queda impresionado con visiones celestiales».

En un momento de la historia en el que millones de personas viajan cada año a Perú y otros países a tomar la medicina psicodélica ayahuasca, o a África en busca de la ibogaína, o consumen setas con psilocibina con la esperanza de curar sus traumas o descubrir su camino en la vida, no está de más recordar que hace 25 siglos los griegos hacían algo parecido, en masa, hasta el punto en que se convirtió en una parte de su vida en sociedad.

REFRERENCIAS

The Immortality Key: The Secret History of the Religion with No Name. Brian C. Muraresku

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