Los cerezos en flor son un espectáculo, un motivo para viajar y un ejemplo de selección artificial pensada para nuestro disfrute estético y gastronómico
¿Te gustan las cerezas? Estos frutos rojos y brillantes nos acompañan desde hace mucho tiempo. Los botanistas del siglo XVIII asumieron que el origen de los cerezos estaba en Asia, basándose en los escritos de Plinio. Sin embargo, se han encontrado semillas prehistóricas de cerezas silvestres que datan de la Edad del Bronce, alrededor del 2000 a.e.c. en toda Europa, por ejemplo, cerca del lago Garda en Italia incluso en Gran Bretaña.
Las cerezas empezaron a cultivarse a Asia Menor más tarde, alrededor del 800 a.e.c., y de ahí pasaron a Grecia. Hoy en día las cerezas están por todo el mundo, desde Canadá hasta Japón, pasando por Nueva Zelanda y Australia. Las cerezas dulces que comemos son principalmente de la especie Prunus avium. Sin embargo, en otros casos la fruta es menos importante y las flores son las protagonistas.
La fiebre de los cerezos en flor en Japón
En Japón los cerezos son casi una religión. Se calcula que 63 millones de personas viajan a Japón o dentro del propio país para ver estos árboles en flor, gastando unos 2.700 millones de euros en lo que se ha convertido en una gran atracción turística.
La sorpresa es que estos cerezos japoneses (sakura 桜, en japonés) son cultivados, y se han seleccionado y modificado a lo largo de siglos para hacerlos más vistosos. Desde el periodo Heian, entre 794 y 1185, los japoneses han cruzado cerezos silvestres, seleccionado los mutantes con las flores más espectaculares, y después reproduciéndolos mediante injertos.
El cerezo de Oshima (Prunus speciosa) y el de Yamazakura (Prunus jamasakura) crecen de forma silvestre en Japón y son fáciles de mutar, con flores grandes que crecen rápido, y son del subgénero Prunus Cerasus, que también se encuentra en el resto del este de Asia, incluyendo China y Corea. Sin embargo, la actividad de viajar para contemplar la floración de los cerezos y pasear entre estos árboles cargados de fragantes flores blancas y rosadas es una invención japonesa que recibe allí el nombre de «Hanami».
Todos los años, durante la temporada de floración, el parte meteorológico en Japón incluye las zonas donde se están produciendo la floración, algo denominado «sakura zensen» o el frente de los cerezos en flor, para ayudar a los viajeros a llegar en el momento adecuado a los campos y jardines de cerezos. La floración progresa de sur a norte, comienza en Okinawa en enero, y suele llegar a Kioto y Tokio a finales de marzo o principios de abril, alcanzando Hokkaido unas semanas después.
Los cerezos en flor del valle del Jerte
El valle del río Jerte está en la comarca del mismo nombre en la provincia de Cáceres, en Extremadura, España. El valle fue declarado bien de interés cultural desde 1973 por su riqueza histórica, natural, gastronómica, y en gran medida, por las cerezas.
En este valle se concentran casi 4.000 productores con explotaciones de cerezos que cubren una superficie de casi 10.000 hectáreas y producen unas 9.000 toneladas anuales de cerezas. Esta inmensa producción se vende en una temporada de solo cinco semanas. Las cerezas más famosas del Jerte son las picotas, un nombre que agrupa a cuatro variedades de cereza dulce de la especie Prunus avium, que tiene Denominación de Origen Protegida y también se encuentra en las comarcas vecinas de Ambroz y La Vera.
Esta enorme producción de cerezas también hace famosos en la comarca los licores destilados de esta fruta y sus mermeladas. Pero como sabemos desde la escuela, las frutas fueron antes flores, y las flores también son importantes en el Valle del Jerte.
La fecha es variable, pero todos los años, cerca de la segunda quincena de marzo, en España tenemos nuestra particular versión del hanami japonés. En estas dos semanas, millón y medio de árboles florecen casi a la vez, cubriendo el Valle del Jerte de flores blancas, como si estuviera nevado, durante quince días. La fiesta de El Cerezo en Flor ha sido declarada de Interés Turístico Nacional, y atraen a miles de visitantes de España y de todo el mundo. Millón y medio de árboles florecen casi al unísono, tiñendo el valle de blanco durante quince días.
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Foto principal: Reginald Pentinio