Algunos de los de los campos de cultivo que alimentan al mundo parecen extenderse hasta el horizonte, esta es la huella de la agricultura intensiva y su impacto en nuestro planeta
En un paisaje dominado por la modernidad, el asfalto y las ciudades, la naturaleza salvaje todavía consigue deleitarnos con su deslumbrante belleza y sus enormes dimensiones. Pero otras veces no es la naturaleza, sino las manos humanas. Estamos hablando de los extensos campos de cultivo que representan la esencia de la agricultura, la base de nuestra alimentación y una práctica milenaria que ha ido evolucionando hasta cambiar la faz de la tierra.
El avance vertiginoso de la ciencia y la tecnología a partir del siglo XX llevó a la humanidad a entrar en la era de la agricultura intensiva. En los años 70, la necesidad de aumentar la producción de alimentos para satisfacer una población global en crecimiento condujo a un enfoque más sistemático y eficiente de la agricultura. Esto supuso la mecanización de la siembra y cosecha, la utilización de fertilizantes y pesticidas sintéticos, así como la selección de variedades de cultivos de alto rendimiento.
Con esta transformación empezaron a desaparecer las pequeñas explotaciones agrícolas, y vastas extensiones de terreno se convirtieron en colosales campos de cultivo, los cuales nos ofrecen productos que van desde los granos básicos hasta los cultivos más exóticos. Veamos algunos de estos gigantes agrícolas alrededor del mundo.
El imperio del trigo: Estados Unidos
El trigo, un grano básico para la alimentación humana desde hace milenios, ha encontrado un vasto imperio en el Medio Oeste estadounidense. Las Grandes Llanuras, que abarcan desde Montana hasta Texas, albergan los mayores campos de trigo del mundo. Los campos de trigo se extienden a lo largo de unos impresionantes 18.3 millones de hectáreas.
En concreto, el trigo duro (ideal para hacer pan y pasta) se cultiva en gran medida en Dakota del Norte. Los estadounidenses han estado cultivando trigo desde los días de las primeras colonias, pero la expansión real hacia el Oeste en el siglo XIX permitió el desarrollo de extensos campos de trigo.
El mar de soja: Brasil
Brasil, el segundo mayor productor mundial de soja, ha transformado sus paisajes en extensos mares de esta legumbre. El cultivo de soja en Brasil comenzó en la década de 1960 y explotó a partir de los años 70, gracias a las variedades de soja tropical desarrolladas por la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria. Hoy, el estado de Mato Grosso es el mayor productor de soja del país.
La cuna del arroz: China
China, con su inmenso apetito por el arroz, tiene la friolera de 30 millones de hectáreas destinadas a este cultivo, y es el mayor productor y consumidor de arroz del mundo. Los chinos han estado cultivando arroz desde hace al menos 8.000 años. Los impresionantes paisajes de las terrazas de arroz en Yunnan y Guangxi son testimonio de la importancia histórica de este cultivo para la civilización china, y han merecido el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Solo representan una pequeña fracción de esta cifra, pero su belleza inigualable las hace especialmente notables.
El mar de plástico: Almería, España
En la provincia de Almería, se extiende un mar blanco que vista desde el aire parece más bien un enorme campo de hielo. No obstante, este no es más que el reflejo de los invernaderos que cubren más de 30,000 hectáreas dedicadas principalmente al cultivo de tomates. La adopción de tecnologías modernas de invernadero permite el crecimiento de tomates durante todo el año, posicionando a Almería como el principal productor de tomates de Europa. Sin embargo, el Mar de Plástico también plantea desafíos ambientales, con la explotación ilegal de los acuíferos como delito medioambiental más común.
Estos enormes campos de cultivo no solo reflejan nuestra capacidad para alterar los paisajes naturales, sino que también simbolizan el logro humano en su esfuerzo por alimentar a una población global en constante crecimiento. Sin embargo, debemos recordar que la agricultura intensiva también plantea muchas dudas en términos de sostenibilidad y conservación del medio ambiente. De nosotros depende aprender a equilibrar nuestra necesidad de alimento con el respeto a la naturaleza.
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