Acaban de desvelar por qué la hembra del rape de los abismos no rechaza el cuerpo del macho cuando este se acopla a ella para el resto de su vida
Viven en el abismo de los océanos. Allí donde la luz ni siquiera se sospecha. Son desagradablemente feos, tanto, que hacen que la idea de monstruo marino se quede corta. La hembra es cincuenta veces más grande que el macho, que se agarra a ella con los dientes y acaba fusionándose, literalmente, hasta casi desaparecer. La hembra puede llevar varios machos adheridos a ella toda la vida.
El Instituto de Investigación del Acuario de la Bahía de Monterey captó lo que afirma, son las primeras imágenes y vídeo de un rape hembra, conocido como Diablo Negro del Mar.
El cuerpo del macho se fusiona al de la hembra más allá del romántico piel con piel. Acaba compartiendo su sistema circulatorio, su aparato digestivo… Y, a partir de ahí, el misterio que ahora han desvelado es este: ¿cómo es posible que el cuerpo de la hembra no rechace al macho? ¿Por qué no le ataca su sistema inmune si se trata de un organismo distinto?
Recibir un órgano de otro individuo, en un trasplante, ha requerido enormes avances para impedir el rechazo de nuestro sistema inmune. Así que la idea de que un pez fusione el cuerpo entero con otro, y para siempre, sin rechazo inmunológico, estaba en los primeros puestos entre los asombros que despierta este pez tan horrible que si lo miras mucho se cuela en tus sueños.
Dentro del orden Lophiiformes, al que también pertenecen los rapes más amables que nos comemos, están los Melanocetus johnsonii, este pez abisal famoso por la bioluminiscencia de la «caña» que las hembras tienen en la cabeza. Ese apéndice es una prolongación de la espina dorsal. Es una auténtica caña de pescar, un señuelo luminiscente en medio de la oscuridad que atrae a las presas para después devorarlas. Entre las primeras rarezas de este monstruo marino es que esa bioluminiscencia se la deben a colonias de bacterias que lo parasitan.
Un pez de revista
En el año 1995 fue portada de la revista Time, como protagonista de un artículo en el que narraban los esfuerzos por desvelar los secretos de las profundidades de los océanos.
Hay más de 200 especies de rape, y la mayoría vive hasta a 1.500 metros de profundidad en los océanos.
El macho es mucho más pequeño que la hembra. Hay que fijarse bien en foto para descubrirle. Y, su estrategia en la búsqueda de hembra entre tanta oscuridad es, encontrar una y parasitarla para siempre.
Cuando el monstruo joven encuentra hembra, le clava sus afilados dientes y, poco a poco, funde su piel con la suya. Y no solo su piel, el macho lo pierde todo, los órganos internos, incluso los ojos. Se produce una fusión casi integral. Solo hay una cosa que no pierde, los testículos. Cada hembra puede llevar una docena de machos en su cuerpo a lo largo de la vida.
¿Y cómo es posible que se fusionen sin que haya un rechazo inmune?
Esto es a lo que acaban de dar explicación y lo cuentan en una investigación publicada en Science. La mayoría de los vertebrados tenemos un orquestador del sistema inmune, que activa las células T y B, propias de los nuestros. Perder ese «orquestador» resulta fatal para todos, o, casi todos.
Para que sea posible el parasitismo sexual sin efectos nocivos, esta función inmune adaptativa ha sido suprimida en el rape y reemplazada por una forma alternativa de inmunidad innata para compensar la pérdida, postulan los investigadores.
Este cambio inmunológico único sugiere que los sistemas inmunes de los vertebrados pueden ser más flexibles con el tiempo, en contra de la creencia común de que, una vez establecidos, ni los sistemas inmunes innatos ni adaptativos pueden eliminarse sin consecuencias catastróficas.
Un cambio genético permite la fusión de los dos cuerpos
El fenómeno del parasitismo sexual en el rape ha sido difícil de investigar, principalmente debido al desafío de obtener especímenes vivos o muertos. Los científicos han abordaron el misterio moliendo tejido congelado y secuenciando ADN de 31 especímenes preservados. Los investigadores encontraron que las especies cuyos machos se fusionan hasta casi desaparecer, experimentan un cambio en la composición y estructura de los genes clave del sistema inmune.
Las especies con machos que se adhieren temporalmente carecían de genes aicda funcionales que sustentan la maduración de los anticuerpos, un proceso crítico en la inmunidad adaptativa.
En ausencia de inmunidad adaptativa, la inmunidad innata modificada podría haber ayudado a facilitar el éxito evolutivo del rape, que sigue siendo el taxón vertebrado más rico en especies en las profundidades del mar.
En el futuro lejano, una mayor comprensión de este sistema inmune único podría ayudar en terapias para mejorar la inmunidad innata en pacientes inmunodeficientes humanos. Así, quizá un día le debamos a este monstruo marino lo que sería uno de los grandes avances sanitarios del siglo XXI.