Foto: Representación artística basada en pruebas de la explosión, que tuvo la potencia de 1.000 bombas de Hiroshima.
Allen West y Jennifer Rice, CC BY-ND
Christopher R. Moore, Universidad de Carolina del Sur
Mientras los habitantes de una antigua ciudad de Oriente Medio, ahora llamada Tall el-Hammam, se dedicaban a sus tareas cotidianas un día de hace 3.600 años, no tenían ni idea de que una invisible roca espacial se dirigía hacia ellos a una velocidad de 61.000 kph.
Al atravesar la atmósfera, la roca explotó en una enorme bola de fuego a unos 4 kilómetros sobre del suelo. La explosión fue unas 1.000 veces más potente que la bomba atómica de Hiroshima. Los sorprendidos habitantes de la ciudad que la contemplaron quedaron cegados al instante. La temperatura del aire se elevó rápidamente por encima de los 2.000 grados Celsius. La ropa y la madera estallaron inmediatamente en llamas. Las espadas, las lanzas, los ladrillos de barro y la cerámica comenzaron a fundirse. Casi inmediatamente, toda la ciudad estaba en llamas.
Unos segundos después, una enorme onda expansiva se estrelló contra la ciudad. Con una velocidad de 1.200 km/h, fue más potente que el peor tornado jamás registrado. Los vientos mortales arrasaron la ciudad, demoliendo todos los edificios. Arrancaron los 12 metros de la parte superior del palacio de cuatro pisos y arrastraron los escombros hasta el valle de al lado. Ninguna de las 8.000 personas o animales que se encontraban en la ciudad sobrevivió: sus cuerpos fueron destrozados y sus huesos se convirtieron en pequeños fragmentos.
Alrededor de un minuto después, a 22 km al oeste de Tall el-Hammam, los vientos de la explosión golpearon la ciudad bíblica de Jericó. Las murallas de Jericó se derrumbaron y la ciudad ardió hasta los cimientos.
Todo parece el clímax de una película de catástrofes de Hollywood. Cómo sabemos que todo esto ocurrió realmente cerca del Mar Muerto en Jordania hace milenios?
La obtención de respuestas requirió casi 15 años de minuciosas excavaciones realizadas por cientos de personas. También supuso el análisis detallado del material excavado por parte de más de dos docenas de científicos en 10 estados de Estados Unidos, así como en Canadá y la República Checa. Cuando nuestro grupo finalmente publicó las pruebas recientemente en la revista Scientific Reports, entre los 21 coautores había arqueólogos, geólogos, geoquímicos, geomorfólogos, mineralogistas, paleobotánicos, sedimentólogos, expertos en impactos cósmicos y médicos.
Aquí se muestra cómo construimos esta imagen de la devastación en el pasado.
Tormenta en toda la ciudad
Hace años, cuando los arqueólogos se asomaron a las excavaciones de la ciudad en ruinas, pudieron ver una capa oscura, de aproximadamente 1,5 m de grosor, de carbón vegetal, ceniza, ladrillos de barro fundidos y cerámica derretida. Era evidente que una intensa tormenta de fuego había destruido esta ciudad hacía tiempo. Esta banda oscura pasó a llamarse capa de destrucción.
Nadie sabía con exactitud lo que había ocurrido, pero aquella capa no fue causada por un volcán, un terremoto o una guerra. Ninguno de ellos es capaz de fundir el metal, los ladrillos de barro y la cerámica.
Para averiguar qué pudo ocurrir, nuestro grupo utilizó la Calculadora de impactos online para modelar escenarios que se ajustaran a las pruebas. Construida por expertos en impactos, esta calculadora permite a los investigadores estimar los numerosos detalles de un evento de impacto cósmico, basándose en eventos de impacto conocidos y detonaciones nucleares.
Parece que el culpable de Tall el-Hammam fue un pequeño asteroide similar al que derribó 80 millones de árboles en Tunguska, Rusia, en 1908. Habría sido una versión mucho más pequeña de la gran roca de varios kilómetros de ancho que empujó a los dinosaurios a la extinción hace 65 millones.
Teníamos un probable culpable. Ahora necesitábamos pruebas de lo que ocurrió aquel día en Tall el-Hammam.
Hallar ‘diamantes’ en la tierra
Nuestra investigación ha revelado un abanico de pruebas extraordinariamente amplio.
En el lugar hay granos de arena finamente fracturados llamados cuarzo de choque que sólo se forman a 20.06o kilogramos por centímetro cuadrado de presión (5 gigapascales) – imagina seis tanques militares Abrams de 68 toneladas apilados sobre tu pulgar.
La capa de destrucción también contiene diminutos diamonoides que, como su nombre indica, son tan duros como los diamantes. Cada uno es más pequeño que un virus de la gripe. Parece que la madera y las plantas de la zona se convirtieron instantáneamente en este material similar al diamante por las altas presiones y temperaturas de la bola de fuego.
Los experimentos con hornos de laboratorio demostraron que la cerámica y los ladrillos de barro burbujeantes de Tall el-Hammam se licuaron a temperaturas superiores a los 1.500 C. Eso es lo suficientemente caliente como para fundir un automóvil en cuestión de minutos.
La capa de destrucción también contiene diminutas bolas de material fundido más pequeñas que las partículas de polvo del aire. Llamadas esférulas, están hechas de hierro y arena vaporizados que se fundieron a unos 1.590 C.
Además, las superficies de la cerámica y del vidrio fundido están moteadas con diminutos granos metálicos fundidos, incluyendo el iridio con un punto de fusión de 2.466 C, el platino que se funde a 1.768 C y el silicato de circonio a 1.540 C.
En conjunto, todas estas pruebas demuestran que las temperaturas en la ciudad aumentaron más que las de los volcanes, las guerras y los incendios normales de la ciudad. El único proceso natural que queda es un impacto cósmico.
La misma evidencia se encuentra en lugares de impacto conocidos, como Tunguska y el cráter de Chicxulub, creado por el asteroide que provocó la extinción de los dinosaurios.
Un rompecabezas que queda es por qué la ciudad y más de 100 asentamientos de la zona fueron abandonados durante varios siglos después de esta devastación. Puede ser que los altos niveles de sal depositados durante el evento de impacto hicieran imposible el cultivo. Aún no estamos seguros, pero creemos que la explosión pudo haber vaporizado o salpicado niveles tóxicos de agua salada del Mar Muerto en todo el valle. Sin cultivos, nadie pudo vivir en el valle hasta 600 años, hasta que las escasas lluvias de este clima desértico eliminaron la sal de los campos.
¿Hubo algún testigo ocular de la explosión?
Es posible que una descripción oral de la destrucción de la ciudad se haya transmitido durante generaciones hasta que se registró como la historia de la Sodoma bíblica. La Biblia describe la devastación de un centro urbano cerca del Mar Muerto – cayeron piedras y fuego del cielo, más de una ciudad fue destruida, un espeso humo surgió de los incendios y los habitantes de la ciudad murieron.
¿Podría tratarse de un antiguo relato de un testigo ocular? De ser así, la destrucción de Tall el-Hammam podría ser la segunda más antigua de un asentamiento humano por un evento de impacto cósmico, después del pueblo de Abu Hureyra en Siria hace unos 12.800 años. Y lo que es más importante, puede ser el primer registro escrito de un acontecimiento catastrófico de este tipo.
[Más de 110.000 lectores confían en el boletín de The Conversation para entender el mundo. Inscríbete hoy.]Lo que da miedo es que casi seguro que no será la última vez que una ciudad humana corra esta suerte.
Las explosiones aéreas del tamaño de Tunguska, como la ocurrida en Tall el-Hammam, pueden devastar ciudades y regiones enteras, y suponen un grave peligro en la actualidad. En septiembre de 2021, se conocen más de 26.000 asteroides cercanos a la Tierra y un centenar de cometas de corto período. Uno de ellos chocará inevitablemente con la Tierra. Hay millones más que no han sido detectados, y algunos pueden estar dirigiéndose hacia la Tierra ahora.
Si los telescopios en órbita o en tierra no detectan estos objetos rebeldes, el mundo podría no tener ninguna advertencia, al igual que los habitantes de Tall el-Hammam.
Este artículo ha sido redactado por los colaboradores de la investigación, el arqueólogo Phil Silvia, el geofísico Allen West, el geólogo Ted Bunch y el físico espacial Malcolm LeCompte.
Christopher R. Moore, Arqueólogo y Director de Proyectos Especiales del Programa de Investigación Arqueológica del Río Savannah y del Instituto de Arqueología y Antropología de Carolina del Sur, Universidad de Carolina del Sur
Este artículo ha sido republicado de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.