Según relató Alexander Fleming, su descubrimiento de la penicilina se debió a un descuido: olvidó limpiar las placas petri en las que estaba haciendo investigaciones y al regresar de sus vacaciones vio cómo, en una de ellas, alrededor del hongo contaminante, se había producido la destrucción celular.
Un descuido similar ha permitido que Lars Peter Nielsen, de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca descubriera bacterias que se conectan con otras electrónicamente. Algo parecido a lo que sucedía en el ecosistema de Pandora, de la película Avatar, donde todos los organismos estaban interconectados.
Todo comenzó cuando el equipo de microbiólogos que trabaja junto a Nielsen, dejó algunas placas petri con sedimentos marinos sin limpiar durante algunas semanas. Cuando volvieron a verlos, se dieron cuenta que pequeños cambios en la superficie desencadenaban cambios en el fondo de la placa.
Los investigadores observaron que el sulfuro de hidrógeno que estaba enterrado en el fondo, bajo el sedimento, se estaba oxidando y cambiando de color. Pero eso no debería suceder pues el sulfuro no debería poder acceder al oxígeno de la capa superior. Pese a las diversas hipótesis que evaluaron los científicos, la que mejor explicaba lo que sucedía era que existía una conexión entre las bacterias del fondo y las de la superficie.
¿Cómo es esto posible? La ciencia ha descubierto recientemente que algunas bacterias tienen una suerte de nanocables, algo así como pequeños vellos en la superficie celular, capaz de conducir electricidad. Pese a esto, todavía no se explican como la conexión se puede establecer a distancias tan grandes: para una bacteria 1,2 cm es, en términos humanos, casi 20 kilómetros.
El descubrimiento ha aparecido esta semana en la revista Nature.
Juan Scaliter