Al igual que nosotros, los humanos, los peces también tienen conos y bastones en la retina. Los primeros, en ambas especies, son los responsables de la visión en colores, mientras que los bastones actúan en condiciones de baja luminosidad. Por lo tanto, la mayoría de ellos nos pueden ver. Que les interesemos es otra cosa.
Bajo el agua, los colores son fundamentales: señalan potenciales parejas o peligros. Pero este medio absorbe gran parte de la luz: a los cinco metros, por ejemplo, desaparece el rojo, a los ocho, ya no hay naranjas, a los 15 metros se esfuman los amarillos, y 45 metros bajo el mar, el verde no existe.
Por ello, no es extraño que peces como la carpa dorada (Carassius auratus) tengan fotoreceptores que les permiten ver la luz ultravioleta, algo que les da una gran ventaja en este medio. También hay peces, como el Rhynchohyalus natalensis o el Dolichopteryx longipes que tienen una suerte de anexos de ojos, como espejos, que les permiten mirar hacia arriba y hacia abajo al mismo tiempo.