¿Os imagináis pasar todo tu tiempo de trabajo observando cómo hace de vientre un animal? Es lo que le ha pasado al biólogo Sidney Tamm quien ha publicado un artículo en el que explica la importancia de esas horas invertidas en el Laboratorio de Biología Marina en Massachussetts frente a varios ejemplares de Mnemiopsis leidyi. Hasta ahora se creía que esta especie hermafrodita de ctenóforo (organismos gelatinosos similares a las medusas) tenían un ano como la gran mayoría de especies, pero no, quien así lo creía estaba equivocado, y Tamn tenía algo que decir.
Al parecer estas especies son las primeras en tener un ano que aparece y desaparece según tenga el animal la necesidad de defecar: «Este hallazgo es realmente espectacular. Que yo sepa, no hay ningún otro animal que posea un ano transitorio».
Para que os hagáis una idea del sistema de alimentación de este animal, os hacemos un pequeño croquis. Una vez ingieren pequeños crustáceos y pequeños peces por una abertura que, por tratar de simplificar, pensaremos que es como una boca con dos labios, la comida cruza una garganta y un esófago hasta un estómago. Una vez digerida, los nutrientes se distribuyen por todo el cuerpo, mientras que los restos que no han sido comidos, vuelven por la boca al mar. La última etapa del viaje para el resto de desechos ingeridos está formada por dos canales con un callejón sin salida en forma de «Y». Se creía que al final de cada uno de ellos había una abertura por donde se excretaban los restos, pero por mucho que lo intentara, Tamm no veía nada: «El ano era invisible. No era posible verlo con tus propios ojos o a través de un microscopio».
Tamm estuvo presente en todo el proceso evolutivo de varios ejemplares de esta especie para poder descubrir cómo funcionaba realmente esta última parte y descubrió un ano transitorio. Es decir, una vez que uno de los canales, ya fuera el izquierdo o el derecho, se llenaba de excrementos, esta especie de medusa era capaz de hacer crecer un orificio que usaba como canal para eliminar los desechos, el cual desaparecía una vez había terminado. Además, podía ser de diferente tamaño cada vez y en sitios diferentes del final de esta «Y» que hemos apuntado.
Comprender a esta parte de la naturaleza ayudará a los investigadores no solo a entender mejor a estos animales, sino también a toda la cadena evolutiva y la importancia de la aparición en otros animales de los orificios como la boca o el ano. Esta investigación es la primera evidencia de un animal primitivo con un «ano de apertura dinámica», pero estamos seguros que vendrán muchos detrás tratando de dar con otra respuesta a esta curiosa forma de hacer la digestión. Estaremos atentos…
Fuente: Science Alert / Invertebrate Biology
Alberto Pascual García