Hay países como Colombia, Bolivia, Ecuador o la India en los que la naturaleza tiene derechos. No es que los humanos tengan derecho a una naturaleza en condiciones, no, la propia naturaleza tiene los suyos propios.
«La evidencia científica indica que la crisis ambiental global se está acelerando y que las leyes ambientales no están consiguiendo revertir la tendencia» de acuerdo con José Vicente López-Bao de la Universidad de Oviedo. Él y otros dos científicos han publicado en Science un manifiesto para «reconocer a la naturaleza como titular de derechos», porque sostienen «que las leyes existentes regulan, en lugar de detener, la destrucción del mundo natural. En lugar de reformar en incrementar poco a poco tales leyes, un número creciente de jurisdicciones en todo el mundo han reconocido los derechos de la naturaleza. Esto puede proteger mejor los sistemas naturales, aunque aún quedan preguntas y las contribuciones de varias disciplinas serán necesarias para implementar esta revolución de derechos y asegurar su efectividad».
«Que la naturaleza tenga derechos morales se seguirá debatiendo, pero la naturaleza claramente puede tener derechos legales», afirman en su artículo. No está claro cómo se definirían tales derechos, por ejemplo, a qué tipo o calidad de restauración ambiental podrían tener derecho las entidades naturales. Tanto los científicos como los filósofos y juristas serían clave para interpretar las posibles implicaciones.
¿Por qué tomarnos tantas molestias?
No solo por la obviedad de dejarles algo a las generaciones futuras, ni si quiera porque parece lo correcto. Si necesitamos más pruebas y motivaciones mucho más egoístas, las tenemos.
La exposición a espacios verdes y azules, según ISGlobal, es beneficiosa en muchísimos aspectos como la reducción de estrés, aumento de la esperanza de vida, mejor desarrollo cognitivo y mejor calidad del sueño. Eso solamente en adultos, a los niños y niñas puede proporcionarles mejoras en su capacidad de atención, concentración, habilidades sociales y desarrollo emocional a parte de todo lo anterior.
Recientemente cerca de 3.600 personas de cuatro ciudades europeas, entre ellas Barcelona, han participado en un estudio sobre el impacto de los espacios verdes (jardines, parques…) y azules (ríos, lagos, canales…) en el bienestar mental y la vitalidad física de los humanos. Los resultados mostraron que las personas adultas que durante la infancia se habían expuesto menos a los espacios naturales mostraban peores resultados en los tests de salud mental, en comparación con las que tenían más exposición durante la infancia. Así que aunque solo sea por nuestro bien, debemos pensar en la Tierra y todo lo que hay en ella.
Esther Sánchez