Ni siquiera sus aguas cristalinas pueden conducir a engaño. El lago de Novosibirsk, la tercera ciudad más grande de Rusia, es un gran vertedero de tóxicos procedentes de una central térmica cercana, pero hacerse una foto allí, cual paradisíaca estampa, se ha convertido en la última locura de los influencers e instagramers de todo el mundo.
En las imágenes que estos días están llenando las redes sociales la gente aparece bañándose en un aparentemente idílico lago de color turquesa intenso. Algunos bañistas quieren añadir un toque cómico con divertidos flotadores. Pero no hay nada divertido en arriesgar la vida sumergiéndose en un gran basurero tóxico.
Situada en plena Siberia, la central térmica de Novosibirsk suministra electricidad a toda la ciudad. Sus vertidos van a parar a un espacio que ni siquiera es un lago, sino una acumulación de agua estancada con desechos tóxicos y cenizas. Su color, un inquietante azul turquesa, y el de su arena es producto de una cadena de reacciones químicas. Tampoco el olor que desprende tiene nada que ver con el de los lagos.
El mayor riesgo son las posibles alergias y reacciones cutáneas, aunque el fondo es también una seria amenaza, ya que está embarrado y salir de él se puede convertir en una tarea imposible. De nada están sirviendo las advertencias de las autoridades, que no dejan de advertir de la peligrosidad del agua. Más bien al contrario, el falso lago cuenta ya con su propio perfil en Instagram y, a juzgar por las imágenes, hay quien ha empezado a preparar barbacoas en su orilla. Ante la creciente atracción, la última decisión ha sido bloquear la carretera que llega hasta el lago.
Este fenómeno podría estar repitiéndose en el lago gallego Monte Neme, en A Coruña. Sus aguas turquesas, que dibujan un paisaje digno de postal, esconden una mina de Wolframio y bañarse en ellas, aunque sea una vez, puede originar problemas oculares e irritaciones mucosas y cutáneas. Si se repite de manera prolongada, el riesgo se extendería al sistema digestivo.