Al final vamos a acabar creyéndonos eso de que los restaurantes chinos, lo que parece pollo, al final puede ser otra cosa. En este caso, por ejemplo, carne de perro. Es sabido que en según qué zonas de China, los perros no son considerados especialmente “animales de compañía” y los ven como un manjar culinario con el que cocinar. A pesar de que la venta de su carne está prohibida en el país desde junio de este año, parece que existen mafias que siguen viendo el negocio, ya que saben que sigue habiendo demanda. La última ha sido detenida en la provincia de Anhui, pero actuaba en otras 20 regiones alrededor del país.

[image id=»93661″ data-caption=»Fuente: The Telegraph / Anhui.net» share=»true» expand=»true» size=»S»]

La policía ha arrestado a 8 personas con más de 200 jeringuillas envenenadas que servían como dardos para acabar al instante con la vida de perros callejeros. Su carne era luego vendida a restaurantes, con el peligro añadido de que el veneno utilizado podía dañar a las personas que la consumieran (algunos incluso ni sabían lo que se llevaban a la boca). Las dosis que suministraban tenían un potente relajante muscular llamado succinilcolina con la que los canes morían en pocos segundos.

Según la policía local, las jeringuillas estaban modificadas para poder ser lanzadas con facilidad contra los perros, como si fueran dardos. Gracias a la colaboración de un trabajador de correo postal que identificó un paquete sospechoso se ha conseguido dar con el cabecilla de la banda y con un local donde guardaban decenas de perros congelados listos para ser vendidos en locales de comida a lo largo del invierno. La banda ya estaba preparando otras 10.000 jeringuillas con otros 4 kilos de veneno.

Para que os hagáis una idea, 20 millones de perros y 4 millones de gatos son sacrificados cada año para ofrecerlos como comida en restaurantes. A pesar de que es un tipo de carne que ha sido consumida por muchos años en el país, ahora son zonas muy específicas donde se sigue considerando un manjar.

Fuente: The Telegraph

Alberto Pascual García