Un cachorro de oso polar atraviesa, montado sobre su madre, brazos de agua en las islas Svalbard, Noruega. Cuando los mares retroceden y los osos quedan aislados en tierra debido a la desaparición del hielo que les permite desplazarse, se vuelven temerarios y a veces atacan a los humanos, pese a ello su estrategia de acumular grasa durante los meses de bonanza, les permite sobrevivir sin comida hasta 8 meses.
Pero también sufren otro tipo de «ataque», mucho más silencioso: los contaminantes. Al estar en la cúspide de la cadena alimenticia, cazan presas que, a su vez, se han nutrido de especies que llevan en su organismo diferentes agentes contaminantes presentes en el Mar de Barents
Juan Scaliter