Es una idea habitual: en zonas muy estudiadas es improbable, casi imposible, realizar nuevos hallazgos. Pero a veces ocurren. Un ejemplo de ello es República Dominicana, un país que ha sido estudiado a fondo por los biólogos desde hace más de 40 años y sobre todo por herpetólogos que han catalogado de manera exhaustiva los reptiles y anfibios del la nación caribeña durante décadas.
Por eso cuando el naturalista autodidacta Miguel Landestoyi, descubrió, allá por 2007, un gran lagartija, diferente a cualquier otra que hubiera visto, apenas tuvo tiempo de intentar tomar una fotografía, pero el reptil escapó. Landestoyi continuó viajan a la región, fronteriza con Haití, hasta que varios años después, consiguió la tan ansiada imagen y la envió a diversos herpetólogos alrededor del mundo. Entre ellos se encontraban Lucas Mahler y Jonathan Losos. Cuando Mahler se lo mostró al que entonces era su profesor, Losos aseguró que “no tenía ni idea de dónde provenía. Supuse que de algún lugar alto de los Andes, en el que todavía están descubriendo nuevas especies. Nunca se me cruzó por la mente que podría ser de la República Dominicana”. Así fue cómo Anolis landestoyi, bautizado con el nombre de su descubridor, llegó a un artículo publicado en The American Naturalist.
Además de demostrar que existen nuevas especies en áreas bien estudiadas, el hallazgo de este nuevo reptil permite documentar con mayor precisión el fenómeno de la evolución convergente, especies que evolucionan de forma independiente los mismos rasgos, una cualidad que ha sido poco estudiada en relación a estos ecosistemas. “Ni en un millón de años hubiera pensado que podríamos hallar una nueva especie – concluye Losos – . Es algo que se enfrente directamente con la creencia de que en zonas muy investigadas, no es posible encontrar nada nuevo”,
Juan Scaliter