Los profundos cambios en el clima que se produjeron al principio del Pleistoceno trajeron efectos en el medio ambiente y la distribución de su fauna, incluida la humana. Mientras los homínidos se distribuían por el mundo, el antepasado del hipopótamo también lo hizo. Concretamente vino a Europa para quedarse ‘varias temporadas’, según han investigado desde el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), El Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Human CENIEH y el Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social IPHES.
Sucedió hace entre 1,3 y 0,5 millones de años. Por aquel entonces el Homo antecessor se encontraba en Europa y todavía quedaban otros miles para que el Homo sapiens saliera de África para conquistar la Tierra. Había comenzado una época denominada Pleistoceno (de πλεῖστος (pleistos «lo más») y καινός (kainos «nuevo»), con un enfriamiento general del viejo continente. Durante este período poblarían sus trundas especies como felinos de grandes colmillos, mamuts o rinocerontes lanudos.
Los investigadores han detallado el tiempo de visita de otra especie. A partir de datos procedentes del yacimiento de la Gran Dolina en Atapuerca, han descubierto que los hipopótamos estuvieron en Europa mucho antes de lo que se creía. “Esperábamos que el cambio de polaridad coincidiera con un cambio en la fauna pero hemos comprobado que, en Atapuerca, hubo cambios antes y después, pero no exactamente hace 0,78 Ma”, explica Jan van der Made, investigador del MNCN.
Cuando la Tierra se ‘dio la vuelta’
Se refiere al límite entre dos lugares de excavación pertenecientes a dos épocas geológicas distintas, concretamente el Pleistoceno Temprano y Medio. En este período se vivió un acontecimiento poco habitual: una inversión en el polo magnético. El cambio de norte a sur del polo magnético (no geográfico) de la Tierra es un evento que han conocido nuestros antepasados, pero no el Homo sapiens.
Este fenómeno es capaz de producir cambios a gran escala en la temperatura global. En Atapuerca aparecen representados por las unidades de excavación TD7 y TD8. “Que las dos etapas geológicas estén tan bien representadas en este yacimiento nos ha permitido ajustar más detalladamente la datación de los cambios faunísticos”, indica el investigador.
Concretamente, este hallazgo les ha permitido conocer cómo los hipopótamos migraron a Europa. Como el hombre moderno, se originó en África. Cuando llegó el Pleistoceno, estas especies en Europa habían desaparecido. Sin embargo, al producirse el cambio en las temperaturas, se vieron obligados a colonizarla de nuevo.
“El problema es que la fecha de aparición y la evolución de los hipopótamos europeos han sido muy controvertidos ya que había fósiles con edades de unos 2 Ma con características que los acercaban más a los ejemplares modernos, mientras que aparecía un grupo de fósiles de algo más de un millón de años que parecían más evolucionados”, explica Van der Made.
Durante el Pleistoceno se produjeron tres migraciones. Primero llegó la especie Hipoppotamus major, caracterizada por tener un perfil craneal más recto y los ojos menos elevados. No vinieron para quedarse, pues terminaron por extinguirse. Otra especie, H. tiberinus, con las órbitas y el occipital más elevados y pegados entre sí, llegó a Europa hace 1,2 millones de años. Solo hace 100.000 llegó la tercera ola, coincidiendo con el fin de la glaciación, el aumento del nivel del mar y el aislamiento de Gran Bretaña del continente.
Van der Made sostiene que la primera y la tercera migración suponen el punto de origen hacia la especie actual. “Hemos podido aclarar el misterio evolutivo de los hipopótamos europeos”, explica Van der Made.
Redacción QUO