La contaminación producida por la industria minera está obligando a algunas serpientes marinas a adaptarse apresuradamente a nuevas circunstancias en su hábitat. Según una nueva investigación publicado en la revista especializada Current Biology, la serpiente marina cabeza de tortuga (Emydocephalus annulatus) es una de las víctimas de la polución. El equipo de investigación explica que los ejemplares que viven cerca de enclaves humanos, están cambiando su piel de rayas por una completamente negra.
Para llegar a estas conclusiones, los científicos han analizado las diferencias existentes entre la Emydocephalus annulatus que reside cerca de arrecifes de coral y su homóloga urbanita, más ‘intoxicada’ por su cercanía a núcleos urbanos industrializados.
Al analizar el estilo de vida de ambas, se percataron que la que reside en aguas tropicales australianas, goza todavía de sus rayas negras y blancas. En cambio, las urbanitas, que habitan en una zona contaminada y en un arrecife de barrera usado para probar bombas nucleares, son negras como el tizón. Los investigadores quisieron descartar que contaminantes como el plomo o el arsénico se hubiesen adherido a la melanina de las serpientes marinas, por lo que analizaron la piel de la Emydocephalus annulatus buscando restos de estas sustancias. No si antes esperar a tener muestras de un cambio de piel en aguas contaminadas y no contaminadas.
[image id=»91482″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]Fue así como los científicos detectaron concentraciones notablemente altas de un total de 13 oligoelementos como el zinc, el manganeso, el cobalto, el níquel o el plomo. También observaron un tono más oscuro de piel en 17 de las muestras obtenidas en el agua de las cercanías de áreas urbanas, lugar donde desembocan varios desagües.
El estudio también detectó que las serpientes marinas urbanitas cambiaban la piel dos veces más que otros de su especie. En su opinión, todo parece indicar que la serpiente se está adaptando para vivir en condiciones más adversas, por lo que desarrolla una piel que pueda resistir mejor la contaminación. No obstante, los investigadores advierten de que este cambio las puede ayudar a sobrevivir, «pero hay límites a esa resistencia».
Vía | New Scientist
Rafael Mingorance
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