Ser madre es una experiencia que llega a ser muy sacrificada, pero a veces esto resulta ser demasiado literal. Si no lo creéis, aquí tenéis un ejemplo de lo que estas arañas aterciopeladas son capaces de hacer para alimentar a sus crías cuando no hay mucho que llevarse a la boca. Permiten que se vayan comiendo poco a poco su carne para que las más pequeñas sobrevivan en épocas de hambruna. Y además lo harán sin reparo, incluso si su madre es adoptiva.

Un grupo de científicos ha logrado comprobar este hecho sobre la araña “Stegodyphus dumicola” la cual, cuando se encuentra en esta situación, cede su cuerpo a sus crías para que estas se vayan comiendo su carne mientras está viva. Pero el sacrificio puede ser aún mayor, porque las arañas vírgenes adultas que se encuentran en el mismo nido (como una especie de tía soltera) y que ayudan a estas madres al cuidado de las pequeñas arañas, también se sacrifican para que las crías puedan sobrevivir. Este ritual por el que se acaban siendo devoradas por la siguiente generación se conoce como matrifagia.

Una de las encargadas de la investigación, Trine Bilde, de la Universidad Aarhus de Dinamarca, apunta que “a pesar de que literalmente se comen a las hembras vivas, no parece que lo hagan con agresividad. Es como si les invitaran a que se alimenten de ellas”. Los científicos habían visto este comportamiento en otras ocasiones, pero esta ha sido la primera vez en la que incluso las hembras que “adoptan” a las crías, pero que no tienen ningún vínculo maternal con ellas, aceptan también su destino de sacrificarse para alimentarlas.

Según el equipo, se trata de un mecanismo evolutivo, porque a pesar de que no son sus crías, desde un punto de vista genético, es lo más parecido que van a tener en vida, y por ello lo hacen, así su genética sobrevive en la siguiente generación a modo de alimento.

Fuente: ScienceAlert

Alberto Pascual García